Una vieja frase del sindicalismo argentino dice que la historia del movimiento obrero es la historia de su lucha por la unidad. Frente al capital, los trabajadores sólo tienen su unidad. Ésta es el comienzo y el fin del sindicalismo. La división de los trabajadores no es buena y esto no se puede dejar de decir y mucho menos festejar. Mientras el capital actúa como una unidad integrada globalmente, los trabajadores no pueden darse el lujo de dividirse. No hay división buena y división mala. La división de los trabajadores siempre es mala.

¿Qué pasa en la Argentina que el movimiento obrero se ha roto en cinco centrales, todas provenientes de la misma CGT, aquella que los trabajadores argentinos crearon en 1930 para que pudieran convivir todas las corrientes en una sola central? Pasa la heterogeneidad. La clase obrera y el sindicalismo se han vuelto heterogéneos. Ya no existe la homogeneidad que se veía hace algunas décadas atrás. Esto no es de ahora, tiene que ver con las transformaciones del mundo del trabajo de las últimas décadas. Con la desaparición de fábricas de miles de trabajadores. Con el auge de la tercerización y la fractura de los mercados de trabajo. Con el aumento sideral de la información que recibe cada trabajador. Con los trabajadores y trabajadoras de las nuevas generaciones que aprendieron a pensar con cabeza propia.

Por eso los sindicatos, las federaciones y las centrales de hoy tienen que saber procesar esa heterogeneidad. La solidaridad moderna tiene que ser construida. No viene dada ni puede imponerse. Tomemos el ejemplo del sindicalismo mundial al que pertenecen nuestras centrales y federaciones, que supo postergar diferencias de larga data, para unirse en Confederación Sindical Internacional (CSI). ¿Si todas nuestras centrales nacionales pertenecen a la misma central mundial, cómo es posible que no puedan unirse aquí?

El movimiento obrero que hoy necesita el pueblo argentino, es un movimiento obrero que sepa construirse desde una perspectiva de género que desmonte los mecanismos de discriminación de las mujeres trabajadoras. Tiene que ser un movimiento obrero que pueda abrir el torrente de esperanza de las nuevas generaciones. Tiene que ser un movimiento obrero más democrático, con capacidad para contener todas las manifestaciones de los trabajadores argentinos, en toda su heterogeneidad.

La Argentina y la Sudamérica de hoy necesitan más que nunca que la clase obrera esté unida, porque necesitan que la clase obrera sea protagonista de un modelo de país y de región. El modelo neoliberal está en crisis, pero sólo un clavo puede sacar a otro; sólo un nuevo modelo será capaz de terminar con el viejo de saqueo y exclusión. Y si este nuevo modelo no tiene a la clase obrera entre sus protagonistas, el trabajo estará ausente y lo pagarán todos los trabajadores, sin importar lo que cada uno piense.

Hace 40 años que el modelo neoliberal se extiende por el mundo. El movimiento obrero argentino ha sabido resistir al neoliberalismo, en dictadura y en democracia. Muchas veces de manera heroica, muchas veces salvando la dignidad de los trabajadores, en los momentos de extravío. Pero hoy el neoliberalismo está en crisis y Sudamérica emerge como una de las regiones que señalan un nuevo camino de inclusión; hoy se necesita mucho más que resistir; hoy se necesita comprometerse y hacerse cargo.

La clase obrera tiene que actuar en los sindicatos, las federaciones, las centrales y reconocernos todos trabajadores y trabajadoras, compañeras y compañeros, más allá de nuestras ideas y nuestras pertenencias sindicales y políticas. Las diferencias entre los trabajadores se resuelven dentro del movimiento obrero, sobre la base del diálogo, el consenso y la democracia.

Más allá de la heterogeneidad, más allá de las diferencias, la clase obrera defiende las paritarias anuales, el salario mínimo vital y móvil, el crecimiento económico inclusivo, la disminución de la desocupación, el aumento del salario real, la caída de la pobreza, la reducción de la desigualdad, la re estatización de las AFJPs, la Asignación Universal por Hijo (AUH), la cobertura previsional para las amas de casa y los trabajadores que quedaron excluidos, el fortalecimiento de los sindicatos, el aumento de la cantidad de delegados, la nacionalización de YPF, el desendeudamiento, la exclusión del Fondo Monetario Internacional, la reindustrialización del país, la integración latinoamericana, las relaciones Sur-Sur, la democratización de los medios de comunicación, la memoria y los derechos humanos... Como decía Perón, “la clase obrera tiene un solo programa: la dignidad del trabajo”.

La unidad del movimiento obrero no es un dato que viene dado. Es un trabajo, es una construcción. Es una necesidad del modelo de inclusión. Hay que asumir nuestra responsabilidad en esa tarea, militando por la unidad del movimiento obrero para ser protagonistas.