Por Tony Villavicencio.- Suele decirse que no hay mejor imposición que la de autoimponerse. Se dice para la vida y también en política. En este ámbito, otros prefieren utilizar metáforas deportivas, como que lo importante es meter el primer gol, una forma pedestre de defender la perniciosa máxima de “el fin justifica los medios”.

Las redes sociales son, en todo caso, el medio que utilizan en estos tiempos modernos los dirigentes políticos que no responden al partido; a la idea y a los principios, sino obran y piensan en sí mismos cuando aspiran a candidaturas que la misma ley lo prohíbe y no obstante conocer incierto su destino, confunden mediante mensajes inspirados en el engaño.

Es ahí, en el engaño, el verdadero modelo de estos personajes de la política que utilizan las redes sociales, en realidad no representan a nadie, sino que se representan a sí mismos. Verdaderos chantas del mensaje, los que se auto candidatean, y si alguien se atreve a decirles que hay que respetar, primero a la ley, al partido y a los ideales, se muestran poco amables, poco amistosos, una suerte de llaneros solitarios de la política, a los que sólo les importa el resultado en beneficio de sí mismos, lo que menos les importa es la gente.

En política, un signo de esta lógica es el recurso a la falacia en cualquiera de sus formas, de acuerdo con la clasificación se utiliza un argumento “con el propósito de inducir a engaño”, intentar hacerlo recapacitar a este tipo de político es cosa de ingenuos, porque ellos interpretan que la política es sólo poder y que por tanto requiere ficción, simulación u ocultación, un permanente baile de máscaras en el que lo importante es no dejar el camino libre, aunque la ley los prohíba, no les importa el partido, los correligionarios ni los compañeros. Es él, nadie más que él, solo él y después todo lo demás.

La política para estos personajes, es el cinismo, la mentira, la manipulación, el envilecimiento, el engaño. La falacia juega en este contexto un papel fundamental. No se puede hacer creer al electorado de una candidatura si la ley lo impide, porque convencerse y hacer creer que sus aspiraciones van a estar por encima de la ley es confundir es ensuciar la cancha. Actitud política perversa, confundir al ciudadano y hacerlo creer que en política todo vale.

Pero esto es una cosa y otra que aceptemos que el hombre público, el político, pueda ser un sinvergüenza, un corrupto, o un canalla. O peor aún, que lleguemos a pensar que “político” es sinónimo de todo esto. Debemos recuperar una mirada sobre la política que sólo incluya a personas honestas, honradas, a poder ser austeras, con vocación de servicio a los ciudadanos, con grandeza y generosidad, y no con ansia de poder o de riqueza; personas con principios y convicciones, depositarias de “virtudes públicas” aunque no sean perfectas (imposible por otra parte) y, eso sí, respetuosa y temerosa de la ley.