Por Tony Villavicencio | En lo que va de este año, en nuestra provincia se registraron decenas de suicidio, y ayer en Monte Quemado nos volvió a sacudir la  trágica decisión  de un joven de 20 años.

En Santiago del Estero, desde el estado provincial y municipal hay que trabajar para frenar la ola de suicidios y determinar, las causas que tendrían incidencia en las determinaciones trágicas. La mayoría de los casos en dan en adolescentes y jóvenes que no superan los 30 años. No me canso de repetir, y algunos lectores dirán esta nota me parece que ya la leí, y la reiteraremos cuantas veces sea necesario para concientizar. Vemos que es  la Iglesia católica la única institución que se pronuncia al respecto.

De acuerdo a estudios realizados, se señala que el foco de los problemas tendría origen en la familia, que se potencia por un marcado individualismo, donde el joven no tiene espacio de participación ni contención y encuentra desahogo en el alcohol y/o el  consumo de la droga que lo envalentona y les da valor para atentar contra su propia vida.

Si bien aún no se conoce estadísticas de los lamentables suicidios ocurrido en la provincia, la sociedad de Monte Quemado vuelve a sacudirse con la trágica determinación del joven Yokey, que  engrosa las estadísticas de una provincia que debiera advertir que hay algo que no está funcionando en la sociedad e instrumentar desde las políticas del estado provincial y municipal una revisión de las causas de los suicidios e intentar, al menos, implementar políticas de prevención.

La iglesia Católica batiéndose en soledad, recomienda que la familia deba esforzarse para contener a los niños, adolescentes y jóvenes que se encuentran inmersos dentro de una realidad, donde el problema existe, pero para solucionarlo es necesario asumirlo. Donde la violencia interfamiliar y el consumo de alcohol y otras  sustancias es una realidad que se descubre todo los días.

Y dirán esto ya lo leí en este diario El Municipal Web, y si, volvemos a repetirlo porque consideramos necesario hacerlo en una sociedad que cambió y mucho. Nos referimos a una sociedad que mató los valores espirituales para justificar sus opciones y provocar, convenientemente, la soledad de nuestros adolescentes y jóvenes.

Se creó un ambiente de opresión y despersonalización de la familia, que favorece la eclosión de violencias y revueltas, resultado de incomprensión más que de la miseria y la pobreza reinante.

En el marco de esta realidad humana hay que preguntarse ¿qué ofrecemos desde la sociedad a un ser que está en plena etapa de crecimiento y lo que necesita desde la misma convivencia son los buenos ejemplos? La violencia publicada en los medios de comunicación, en sus distintos modos, es lo que hay para ofrecerle a una juventud que día a día se descoloca y no encuentra su lugar, y es esto seguramente lo que ejemplo va a tomar.

En este mundo del individualismo, que es el mundo de lo material, la persona siempre es menos. Menos amor, menos verdad, menos libertad, menos igualdad, menos justicia. Es el mundo de lo superficial y falso, y es a lo que tenemos que enfrentar si es que realmente queremos salvar a nuestros adolescentes y jóvenes y para vencer en esta lucha será necesaria la participación de la familia, de todas las instituciones públicas, sociales culturales y deportivas.

Bajo ese marco de conciencia, las instituciones del Estado provincial y también nacional deberían trabajar en todas las direcciones, y es la iglesia la que fortalece la espiritualidad de una sociedad que vive momentos difíciles como fue la pandemia del coronavirus, que aún no concluyó y ante la adversidad la sociedad debe reaccionar y abocarse a la construcción de un refugio seguro para la adolescencia y la  juventud, que se debate en soledad y es víctima de una crisis de valores donde la primer ausente es la familia y también la parálisis del Estado, que no reaccionan ante el un grave problema social.