Por Antonela Britos | No sé nada de la vida más que lo que viví. No soy culta, no he leído muchos libros, tengo memoria a corto plazo como Dory de Nemo. A veces no entiendo el sarcasmo.
A veces soy bastante inocente, peco de tonta, de ilusa, de pelotuda. A veces tomo de más y escribo, a veces, que son muchas veces, me importa un carajo lo que se compra y lo que se vende, salvo que eso que se compre sea una plantita para el jardín que siempre soñé. Me voy por las ramas desde que tengo memoria, aunque alguien alguna vez me dijo, que desde las últimas ramas de una planta de mandarinas se puede tocar el cielo. No sé nada de la vida más de lo que viví, amé tanto que me he quedado desnuda en el medio de un deshielo. Y amé tanto que el sol, me encandiló más de una vez.
Lloré tanto que el mar se hizo pequeño. Fui tan feliz que una simple mariposa me hizo llorar por creer que todo siempre se transforma.
Vi todo tan mal que alguna vez quise que se acabe la vida, en una plaza, teniendo todo por lo que luchar, casi sin fuerzas, y luché. Pero mucha gente no pudo hacerlo. No sé nada de la vida, solo se hablar de mí, no por ombligo del mundo sino porque soy a la única persona que conozco, y no del todo.
A veces los extraños son quien más creíamos conocer, a veces quienes creemos conocer son exactamente eso que dicen ser, a veces, todo lo contrario.
No sé nada de la vida.
No soy culta.
Tengo muchas faltas de ortografía y me equivoco más de lo que quisiera. Pero soy yo.
Soy lo que puedo y eso me gusta. Y para mí, es SUFICIENTE
Valoro el amor que nadie me enseñó, ese que aprendí con la vida, ese que me dejó temblando de frío y que también me dió todo el calor del mundo.
Valoro el amor que conocí con mis pasos. Ese que aunque el mundo se caiga a pedazos perdura frente a todo. Y eso no está en ningún libro.
Soy inmutable frente a las flechas.
Y sé muy bien donde rendirme, en ese lugar del mundo que nadie te enseña.
Ahí, en ese momento exacto en el que te encontrás temblando de miedo con una bandera blanca. Ahí, justamente ahí, es que conocés, quien tira la granada, y quién te abre paso en su trinchera, para que por fin, sin miedo a nada, duermas.