Por Tony Villavicencio | Aún con explotación, vulnerabilidades, estigmas y angustias generalizadas las familias pobres de Monte Quema no pierden su esperanza de progresar y vivir con dignidad.

Para una enorme porción de hombres y mujeres desocupados o con trabajo precario, inestable y mal remunerados, la preocupación por estar mejor, vivir mejor, progresar, salir de la pobreza sigue siendo la principal meta de los Copeños.
Esto en un panorama donde la cuestión social y política se complejiza. A la búsqueda de un trabajo estable cada vez más escaso inaccesible se debe sumar la urgente satisfacción de necesidades mínimas para la subsistencia familiar e individual en una ciudad donde las instituciones de la democracia en nada contribuyen a la generación del bienestar de la comunidad que los eligió.
Las opciones se tomarán en cada caso particular y dependerá de trayectorias, posibilidades, memorias y fuerzas para seguir adelante. Así es posible que para una cada vez mayor cantidad de familias, el imaginario del barrio pobre reemplace los planes sociales al salario, o al movimiento piquetero que no te ofrece trabajo, sino a cambio de una mínima subsistencia los obligan a protestar cortando la ruta sin saber a favor de quien, ni porque.
Estamos en presencia de mujeres y varones que viven en relaciones sociales que no “evolucionan” esto de pagar para protestar con el disfraz de ayudar al pobre a subsistir, no contribuye al orden institucional y mucho menos superara, la pobreza. El riesgo y la incertidumbre en estas organizaciones hace que las personas vivan al mismo tiempo en lo legal y lo ilegal, entre lo privado y lo público, son subsidiados por la nación para garantizar piquetes y no para contribuir al desarrollo y progreso de la Nación.
Vivimos en un país donde se circula por las márgenes y donde unos pocos viven en el paraíso y todos en el infierno, y Monte Quemado también, no escapa a esa realidad, con la diferencia que aquí la inmensa mayoría de la sociedad es tradicionalista, respetan al patrón aunque estos se abusen. Estos espacios sociales, productivos y simbólicos se muestran modernos, empero continúan la prácticas de los antiguos métodos de los obrajes del pasado con un sentido y comprensión que dan certezas y dudas al mismo tiempo.
Esto significa que se trata des-cifrar y a su vez comprender en cada actor, familia y grupo y en cada situación concreta, el desde donde y el para qué del sentido de la acción realizada evitando- lo repetimos una vez más- todo tipo de esencialismo o naturalismo o reduccionismo o etiquetamiento. Sin duda la política no resolvió estos problemas de explotación laboral al contrario la democracia, en vez de integrar en Monte Quemado Dividió y mantiene desde hace 37 años a una sociedad enfrentada con el 85% de los obreros forestales precarizados, principal causa de la pobreza extrema.


Esperanzas
También es cierto, que las dos últimas generaciones de la sociedad Copeña desde distintos espacios si aún ser activos percibe la necesidad de una reestructuración política, social y laboral produciendo transformaciones múltiples en las representaciones.
Allí donde hay actores significativos y con presencia cotidiana por estos días asistimos al surgimiento de nuevas propuestas políticas y de entidades sociales y religiosas.
Hoy hay una representación parlamentaria de Monte Quemado en la legislatura provincial y más allá de los nombres y de los idearios es un buen síntoma para transformar el modelo unipersonal de la Democracia Copeña. El nuevo sector del justicialismo Fernando Boggetti, es otro síntoma que suma a la recuperación de una Democracia que durante 37 años careció de su principal fuente, La diversidad de ideales, ideas y proyectos.