Por el Dr. Enrique Federico Gil | En unos días estarán ustedes tomando una decisión fundacional para nuestro país cuando tengan que decidir sobre el respeto a la vida del niño por nacer o su muerte.

Tan trascendente es la decisión que deben tomar que me permito recordarles que no es un tema religioso, ni de obediencia, debida o mal entendida, "lealtad partidaria", sino un posicionamiento moral ante el primer derecho de cualquier ciudadano que viva en un país libre, que es el derecho a la vida.

Tan importante es ese derecho (que triste es tener que recordarlo), que está incorporado a nuestra constitución, a tratados internacionales y a los llamados "derechos universales de los niños" consagrados en ginebra.

Cuando existe un problema a solucionar, se debe atacar su causa: el ejemplo más palpable es que en la presente pandemia el mundo está trabajando para neutralizar al virus, que es la causa de tantas enfermedades y muertes.

Es sabido que algunas mujeres (unas 20 por año, según estadísticas oficiales, pierden la vida por abortos clandestinos, muchas menos, gracias a dios, por otras causas tan vergonzantes como el hambre.

Adviertan entonces que la causa de las muertes maternas, en estos casos, es el aborto.

A su vez, la causa de los abortos clandestinos son los embarazos no deseados; como si la vida ajena dependiera de algo tan azaroso como ser o no "deseada".

Concluirán entonces que hay dos problemas que resolver, atacando sus causas: el embarazo no deseado y el aborto clandestino.

Respecto al embarazo no deseado, ya Néstor y Cristina (aquí si hay que darle importancia a la política) conscientes del problema, pusieron en marcha un verdadero programa socio sanitario, atacando la causa de fondo que era la desprotección y la falta de información: instituyeron en todos los centros de salud pública del país, la educación reproductiva, a través de charlas, folletería, visitas domiciliarias, etc.

Todo ello complementado con la provisión gratuita de anticonceptivos (orales e inyectables), provisión y colocación de diu, etc...si el embarazo, deseado o no, se produce, se otorga el subsidio por embarazo, asignación universal por hijo, ecografías, análisis, vacunación, control obstétrico, a través del "plan nacer", luego perfeccionado como "plan sumar", libreta sanitaria, educativa, plan remediar, etc. es decir, el tan promocionado "plan de los mil días" ya existe, por lo que me llama la atención que sea presentado como algo novedoso, más bien parece un anestésico de conciencias para aquellos de ustedes que no quieren convalidar la muerte infantil y que ya votaron en contra para que cambien su decisión, bajo la falsa aparente lógica de que "a la que quiera tenerlo la ayudamos y a la que no, se lo matamos.

Enfrentado el problema del embarazo no deseado, solo resta preguntarse: ¿qué medidas implementó el estado para evitar el aborto clandestino? ¿Qué campaña se llevó adelante para que la mujer conozca los riesgos que tal práctica conlleva? ¿Cuantas instituciones que pudieran estar involucradas, fueron clausuradas? ¿Cuántos médicos, enfermeras y particulares fueron presos por ejecutar tales prácticas? todos conocemos la respuesta.

¿Acaso para el estado es más fácil legalizarlo            que combatirlo? tal vez sea así, sobre todo cuando nos dicen que el niño por nacer no es un ser humano en gestación, sino "un fenómeno...

Es que para inaugurar el horror, el primer paso es negar la identidad humana, ya ocurrieron hechos atroces en el mundo bajo similares consideraciones.

Ustedes ¿creen que Hitler pensaba que los judíos eran seres humanos? por no recordar tragedias propias en nuestra argentina, por crueles, de solo pensarlas.

De todo lo antedicho, surge una realidad que es la única verdad: el niño por nacer no es la causa de un embarazo no deseado  (todos sabemos cómo se produce un embarazo verdad) y mucho menos, la causa de la muerte de su madre. Sin embargo su muerte será la única asegurada si ustedes lo permiten.

Señores legisladores: si los únicos privilegiados siguen siendo los niños y la patria es el otro, está en ustedes, en sus conciencias y en sus corazones, no convalidar el horror.

No imitemos a otros países para atenuar nuestra felonía con el más débil e inocente. No cedamos a las presiones internas, ni externas; seamos, por una vez, ejemplo de humanidad para el mundo. El amor también es contagioso. Y por último, no convirtamos al estado en verdugo de sus propios hijos, que ya lo fue, y hubo llanto.

De no ser así, humildemente les pido que titulen a la ley como lo que será, sin eufemismos: "ley de homicidio infantil, seguro, legal y gratuito".

Extraído del muro del Dr. Enrique Federico Gil

Médico pediatra

MP 1097