Por Yicela E. Villavicencio.- Siempre me ha gustado escribir, especialmente cuando se trata de contar las cosas como son, lejos de creer que la mía es la verdad absoluta, sino la verdad de aquellos que muchas veces callan. Quiero llegar al lector de manera directa y real, será por eso que durante muchos años mis letras permanecieron en silencio, porque no encontraba ese espacio de conexión y porque, como soy un ser humano, mi pensamiento debía y debe seguir madurando.

No me gusta contarle a la gente que los impuestos subieron, que el dólar cerró en $25, hay quienes se ocupan de eso desde diferentes miradas, lo que necesitamos en realidad son conductas y letras más humanizadas. Por mi parte, prefiero contarles la otra cara de la vida, con el mayor realismo posible, hacerles llegar historias de verdad, quiero contarles que la vida es buena o mala dependiendo de cómo la miremos, que no por eso es menos dura, menos difícil y que nuestras historias personales nos determinan y nos marcan. Pienso, siento y creo que necesitamos volver a escucharnos y encontrar dentro de los medios de comunicación ese espacio que nos devuelva la vida, la reflexión, la crítica constructiva y por qué no, el amor.

Me crié mirando “Gente que busca Gente” y soñando, entre otras cosas, con escuchar el programa de radio que desde el año ‘90 hasta el día de hoy conduce Luisa Delfino en Radio del Plata de Buenos Aires, todos los domingos a las 0. Se llamó en sus comienzos “Te Escucho”. Durante mi adolescencia era inalcanzable, imposible, no teníamos la posibilidad que tenemos hoy, de atravesar las fronteras gracias al ciberespacio; veía sus entrevistas en la tele y leía sus columnas en alguna revista que me prestaba la vecina; quizás yo necesitaba que alguien me escuche... Les cuento que mientras escribo estas líneas para dar inicio a esta columna estoy cumpliendo mi sueño, escuchando por primera vez a Luisa Delfino vía online, sólo tenía que pasar el tiempo y llegar el momento indicado; de pronto, volví a emocionarme. Esto simplemente sucedió, porque mediante el simple hecho de compartir con ustedes un pedacito de mi historia con las letras, se activaron las memorias y vean, elegidos lectores, terminé cumpliendo conmigo misma una deuda que había escondido en alguna parte de mí, por lo tanto, la más agradecida soy yo. De eso y más se trata la vida.

Estoy convencida que todos necesitamos que alguien nos escuche, aún si me están leyendo, me están escuchando.

Historias de búsqueda

Todos en esta vida buscamos algo, desde lo más efímero hasta lo material, todos necesitamos encontrar algo, porque en el camino perdimos seres queridos, cosas, momentos, papeles importantes, una mascota.  Lo que hoy me ocupa y me inspira, el punto de partida de esta columna, esa cosa que en algún momento nos hace click, surgió durante mis momentos de búsqueda personal, cuando precisamente me encontraba buscando algo con qué emocionarme, sentirme agradecida y sentirme viva.

Hace algún tiempo, gracias a una amiga de Facebook, comencé a seguir las historias de búsquedas de personas, esta amiga también busca a alguien. Quiero decir que me siento en la obligación de comentarles que los ojos se me llenaban de lágrimas, que la impotencia me invadía el cuerpo y no podía creer que existieran tantas personas que desconocen sus orígenes, con historias de vida tan fuertes y reales, con una voluntad de roble y el espíritu de los que no claudican; búsquedas que, con el correr de los días, comenzaron a multiplicarse ante mis ojos, porque siempre estuvieron allí, sólo que yo recién llegaba a ellas. Trato, con mucha paciencia y sentimiento, de leer cada una de las historias en los grupos que creó Myriam Burgos, mi amiga de Facebook, junto a otras personas, para difundir su búsqueda y la de cientos de argentinos que buscan su pedacito perdido, extraviado o apropiado, como dicen ellos.


Myriam Burgos, mediante la búsqueda de su hija, administra los grupos BUSQUEDA DE ORIGENES… SANTIAGO DEL ESTERO e IDENTIDAD BIOLOGICA… MISIONES Y CORRIENTES, de la red social Facebook, gracias a los cuales muchas personas lograron reencontrarse y completar sus historias y a través de las cuales mantiene sus esperanzas.



Myriam tiene 50 años, es nacida en el año 1968 en la ciudad de Santiago del Estero, donde tuvo a su hija el 11 de agosto de 1995, en el Hospital Ramón Carillo. Actualmente reside en la ciudad Capital de Córdoba, desde donde ha logrado conformar varias comunidades de búsqueda de personas. Ella busca a su hija, el pedacito de cielo que le falta, hace más de 20 años y hoy lo hace acompañada de cientos de madres e hijos que atravesaron situaciones similares. Presa de la desesperación y la angustia, una situación económica de extrema pobreza, una hipoacusia de nacimiento, sumado a los engaños y los mandatos sociales impuestos y arraigados durante esa época, y bajo la presión que todo esto generaba, agobiada, casi perdida, Myriam pensó en  cambiar el futuro de su hija recién nacida, porque ya estaba criando a su primera hija y además de su condición de vulnerabilidad, durante el embarazo había sufrido el abandono del padre de éstas y descubierto que él era casado. Así, con ese trasfondo y su inocencia desesperante, mediante la intervención de la asistente social Alicia López y de la entonces referente de la Defensoría de Menores, Dra. María Eugenia Castro de Pizzolitto, concretaron la “adopción” de la beba.

Nos cuenta que lo que vino después fue peor, además de seguir pasando necesidades, el mundo se tiñó de gris, la culpa y el arrepentimiento comenzaron a calar hondo en su corazón, ya partido en dos, sin encontrar respuestas e imaginando el destino de su pequeña. Al tiempo, su instinto de madre logró la reacción y comenzó la búsqueda sin obtener resultados hasta ahora, con cierto halo de miedo, de impotencia y de bronca por haber sido, ante sus ojos, tan débil; pareciera que un pacto de silencio se apodera de las dos involucradas y no hay registro de tal adopción, tampoco sabemos si existió algún certificado de nacido vivo a nombre de Myriam y su hija, quien, con mucha impotencia, recuerda que tampoco inscribió a su niña recién nacida en el Registro Civil para concretar el trámite y que durante su entrevista con la jueza le hicieron firmar un papel al que jamás volvió a ver. En los registros del Hospital Ramón Carrillo, el nacimiento de la niña figura y también consta que su certificado se expidió y que por orden de la jueza pasó a la dirección. Queridos lectores, tengo las mismas dudas que ustedes, tengo un par de preguntas dando vueltas en mi cabeza, pero no puedo dejar de ser optimista ni arremeter sobre algo que aún no he comprobado, lo único que tengo claro es que el Derecho a la Identidad es un derecho inalienable e innegociable y todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, pero ante los ojos de Dios, tarde o temprano pagamos nuestras culpas. Desde este lugar otorgamos el beneficio de la duda, queremos creer que las puertas se van a abrir y que la verdad pronto la conoceremos.

Quiero que sepan que nosotros también estamos buscando a la hija de Myriam y que vamos a dedicar cada espacio de tiempo necesario para encontrarla.