Por Tony Villavicencio | No hace falta vivir en el último piso del rascacielos más alto de CABA, para tener luz y decodificar a las jaurías que inducidas por la falsa información, desde hace algún tiempo, salen a las calles a pedir la muerte de una vicepresidenta.

Hasta lo intentaron, y por providencia de Dios, no lograron cumplir. 

El modo en que se desgañitan y pierden la forma humana mientras algunos justifica que se trata de gente que acumula frustraciones por demás; que, abrumada por la angustia ante un mundo que cambia ante sus ojos hasta volverse irreconocible, demanda respuestas simples a fenómenos complejos; y que para no odiarse a sí misma, buscan descargar la furia.

Hay colegas que las justifican al señalar que muchas de esas almas han sido criadas en la tradición del anti peronismo, poderes económicos dominantes concentrados en los privilegios de la Capital Federal  y la provincia de Córdoba donde se instalaron las familias de la  oligarquía Argentina, donde hay sectores con los rasgos más peculiares de nuestra cultura política.

 Esos pequeños grupos que odian, porque ese odio  forma parte de su identidad. Sin siquiera darse cuenta, lo blanquean a través de la forma en que se presentan a sí mismas en las redes: sociales  se definen por la negativa, como anti K o anti Cristina, en lugar de hacerlo a través de elementos positivos. Si les quitásemos ese odio les quedaría poco y nada, se convertirían en cáscaras vacías, sin  vida política y sin rumbo.

Medios de comunicación

Esa gente hace suyo el discurso que le bajan desde los medios que proporcionan la dosis de odio cotidiano, sin el cual entrarían en síndrome de abstinencia. Pero los comunicadores no son necesariamente odiantes. Son profesionales a quienes para que se aparten de la ética profesional se les paga bien y transmitir ese mensaje para teñir la realidad no solo sembrando  fobia anti K. sino por todo pensamiento que coloque en peligro las comodidad de la oligarquía argentina.

Estos comunicadores sociales  para vergüenza del periodismo argentino, fuera de cámaras y lejos de los micrófonos, es probable que hasta sean personas cultas, sensatas y de buen trato. Son los que cambio de una buena paga  desinforman, descalifican, mienten, saben que mienten y no les importa hacer el ridículo  por eso los mantienen porque también el  empresario del medio, forma parte del negocio.

Escribo esto en la semana en que las periodistas Viviana Canosa y Laura Dimarcos especularon en LN+ sobre presuntos trastornos alimentarios de la hija de Cristina Kirchner. Un "fusilamiento mediático" contra "Cristina y su familia" quedó claro que hasta la mula de don Toribio  del Barrio Triangulo, tiene más empatía que la periodista Viviana Canosa. A la que vemos no tiene códigos y eso en el periodismo no sirve.

Estos comunicadores trasmisores del mensaje de odio, son apenas eslabones en la cadena del odio. Lo cual no significa que carezcan de responsabilidad. Ahora protestan y se victimizan, arguyendo que el Estado los ataca cuando no han hecho más que cumplir con su tarea. Pero ellos no son como cuando  al mensajero a quien el refrán pretende salvar de una condena a muerte, por el hecho de haber entregado una carta con contenido que desconocía. No ellos saben bien el contenido del mensaje de odio al que tienen que repetir.

Estos personajes al servicio de la oligarquía Argentina  son carteros y  actores que repiten líneas escritas por un guionista. Se los supone periodistas, cuando en realidad son los transmisores de contenidos cuya materia prima es falsa.

Don José María Cantos, fundador del Nuevo Diario de Santiago del Estero, siempre nos repetía: “El buen periodista no debería informar nada de lo que no estuviese en condiciones de probar”, y tenía razón, la mentira por más bien presentada nunca dejará de ser un engaño.  

Fabricantes de noticias falsas

Hace unos días en Quimilí, un alto funcionario me informaba que en una escuela un alumno de 7mo grado ofrecía en el aula a sus compañeros venderles droga y hasta secuestraron unos  bagullos de marihuana. Esto que sacudió a la población de Quimilí, coincidente también ocurrió en la misma semana en escuelas de Tucumán, Chaco y Salta y entonces Casualidad o causalidad. Pareciera que todo fue urdido desde un plan político siniestro con fines electorales.

Puede que, a diferencia de las jaurías de las que hablábamos, la mayoría de estos comunicadores no sean odia dores. Pero el papel que aceptan desempeñar es funcional al odio, parte esencial de su economía. Sin ellos, el odio perdería la circulación que hoy tiene. (He aquí otra variante del vi monetarismo que padecemos: así como ganamos en pesos pero pensamos en dólares, lo que rige en teoría es la ley, empero lo que prima en el proyecto político de la oligarquía es el odio. cuando la práctica de la  democracia es  por amor.

Está claro en estos medios nacionales del grupo Clarín  no existe la libertad de prensa, sino la libertad de empresa y  sin la desleal  colaboración de estos comunicadores, se cortaría un proceso de naturalización del odio que hoy no tiene techo. En el generoso tiempo que llevo viviendo en Monte Quemado aquí, nunca escuché barbaridades más grandes que las que suenan a diario en los medios de comunicación escritos y en las pantallas, del grupo monopólico de Clarín.

 La temperatura política descendería sin  la enjundia que le meten a sus brulotes, Ahora se han convertido en defensores de los jueces de la Suprema Corte de Justicia, está claro defienden a los cómplices de sus patrones. Miren que de los cuatro, impostores  tienen miles de cosas que se podría criticar con elegancia... Pero ellos los periodistas del odio  fieles a los intereses de la paga obedientes no observan, ni critican.

 Sin su fogonero constante del prejuicio, el odio se depreciaría. Y así, la cosa pública pasaría a ser discutida en otro registro. Podrían seguir siendo implacables, pero en otro código: racional, apegado a la verdad comprobable  un estilo más, por así decir, democrático. Pero eso no ocurrirá, por lo menos de momento. Porque, para un sector de nuestra sociedad, el odio sigue siendo una herramienta útil en la porfía política que lleva adelante.

Los odiadores son los mismos  que durante el siglo XX usaron otras herramientas para imponerse en la balanza del poder. Quien puede desconocer que la oligarquía argentina fue la  que golpeo las puertas de los cuarteles  de las  Fuerzas Armadas para interrumpir la democracia y ahora especulan  con el   Poder Judicial, al que ya tienen de aliados y a los que están usando con fines políticos. A la vez que la prensa del grupo Clarín  ataca la iglesia del Papa Francisco e insisten  en  instalar en el pueblo argentino  el odio la violencia. Pareciera que la oligarquía Argentina no ha entendido lo que pareciera les cuesta comprender.

En las democracias, los pueblos cultos se pronuncian a favor de la solidaridad y el amor.