El violador trata de ocupar un lugar que lo coloque en situación de dominar a su víctimas y en consecuencia, su lucha por ocupar espacios de poder es parte de su estrategia para alcanzar el objetivo y así como mansos corderos sorprender a sus víctimas.

Para muchos especialistas, una persona que decide violar a otra no es alguien "obsesionado" por el sexo ni busca la violación para procurarse placer sexual. Si viola, se apunta, es porque ese acto representa para él la forma más acabada de sentir sobre otro el poder de una dominación física total y de una humillación psicológica extrema. Por eso, se explica, para el violador suele ser fundamental que la persona abusada esté siempre indefensa y en consecuencia, su lucha es constante por alcanzar lugares de dominación.

Además, los especialistas coinciden en que no hay un cuadro patológico preciso del violador, dado que no suelen ser enfermos mentales y sus historias clínicas no revelan un porcentaje mayor de patología psiquiátrica que los que se encuentran en la población en general.

Según la psicóloga Laura Mariani, los estudios realizados sobre los violadores seriales han demostrado que "suelen tener como característica en común una personalidad psicopática de base. Provienen en general de familias con serias fallas de crianza y en algunos casos, ellos mismos han sido violados cuando eran pequeños".

Las palabras de la especialista encuentran eco en el estudio realizado por Eva Sánz, dado que en el mismo se indica que los detenidos consultados tenían en común haber padecido alguna forma de maltrato infantil y entre los violadores también se encuentran profesionales de la medicina, abogados, personas que han recibido una formación intelectual que  utilizando el rango  que en la sociedad representa espacio de poder,  sometían y violaban a sus víctimas y a la vez su estatus le garantizaba mayores posibilidades de impunidad.

Entonces, no hay por qué sorprenderse que un violador confeso aspire volver a ocupar ese espacio de poder, que seguramente le ofreció  la posibilidad de descargar sus más bajos instintitos, eligiendo a sus indefensas víctimas, que concurren a sus despachos (en algunos casos), acorraladas por sus necesidades y lejos de encontrar solución a sus problemas, el "salvador" se transforme en un sátiro que cierre la puerta de su oficina y se transforme, en lo que confiesa a la justicia, es su debilidad abusar de personas indefensas.

El problema es que, a diferencia de otras patologías, los violadores no suelen tener cura. No sólo por falta del tratamiento adecuado sino, más que nada, porque no sienten culpa por lo cometido. Para Mariani, de hecho, los delincuentes de este tipo tienen un pronóstico reservado y "requieren un cuidadoso tratamiento y un estricto control posterior dado el alto riesgo de reincidencia".