Christopher Albornoz, quien conducía la moto donde encontró la muerte con su pareja y su hija, es de una familia que tiene tres generaciones en la geografía narco de Rosario.

A las 20.40 del domingo, una ráfaga de ametralladora resonó en Empalme Graneros, de la ciudad de Rosario y en la calle quedaron desparramados los cuerpos de una pareja con su beba de 18 meses. Los tres fallecieron en este nuevo ataque con sicarios, donde la familia fue atacada con al menos diez balazos por personas que escaparon; las víctimas, los Albornoz, son uno de los pioneros en esta ciudad en la instalación de las primeras cocinas de cocaína hace 20 años.

Christopher Albornoz y Florencia Corvalán, ambos de 21 años, y su hija de un año y medio Chelsi Albornoz, fueron derivadas a los hospitales de la zona norte y de Emergencias, pero fallecieron como consecuencia de este ataque que se inscribe en el recrudecimiento de esta guerra narco por territorio, que provocó 38 homicidios en lo que va del año.

A raíz de las graves heridas sufridas, Corvalán fue llevada al Hospital Alberdi, donde ingresó fallecida con ocho impactos de bala en el tórax, mientras que su beba llegó muerta al Hospital de Niños Zona Norte, con lesiones debajo de la oreja izquierda, del brazo izquierdo y del mentón.

Por su parte, Albornoz fue trasladado al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (HECA), donde murió pasadas las 23, también por heridas de bala, detallaron las fuentes del Ministerio Público de la Acusación.

Tras conocerse el triple asesinato, tomó intervención en el caso la fiscal de Homicidios Dolosos Marisol Fabbro, quien ordenó las primeras diligencias periciales en la escena y dispuso las autopsias de las víctimas. Ella misma realizó personalmente un relevamiento en el lugar, donde secuestraron diez vainas de calibre 9 milímetros.

Los investigadores tomaron testimonios y relevaron las cámaras de seguridad pública y privada de la calle Génova al 5.600 con el fin de identificar a los atacantes y la mecánica del hecho.

Christopher Albornoz, quien conducía la moto donde encontró la muerte con su pareja y su hija, es de una familia que tiene tres generaciones en la geografía narco de Rosario, cuando a fines de los 90 Miguel Ángel Albornoz, alias Caracú, su abuelo de 72 años, decidió comprar pasta base en Bolivia para convertirla en cocaína en Rosario, y así acortar costos y sumar dividendos a ese negocio que expandieron en la zona oeste, sin tocar territorio de la banda de Los Monos.