Argentina anunció su incorporación a la Franja y la Ruta de la Seda, una de las principales estrategias de China para consolidar su influencia a escala mundial.

Fuentes oficiales aseguran que el ingreso del país a esa iniciativa se traducirá en acuerdos de inversión y financiamiento del gigante asiático por casi 23.000 millones de dólares. En su rol de potencia emergente, la República Popular China puso en marcha en 2013 el ambicioso proyecto económico bautizado la Franja y la Ruta que hace referencia a la antigua Ruta de la Seda.

Con esta estrategia China se propone consolidar su rol de potencia emergente a través de la creación de rutas comerciales, una marítima y otra terrestre, que la vincularán con otras regiones del mundo, con la promesa de fuertes inversiones en infraestructura en países que se sumen a esta iniciativa.

En una primera etapa el proyecto apuntó hacia Europa y África pero desde hace unos años Pekín decidió ampliar su alcance e influencia en América Latina con la tentadora promesa de estimular el flujo del comercio y volcar fuertes inversiones en la construcción de puertos, rutas, líneas de ferrocarriles y hasta ciudades.

Pese a la campaña que lanzó Estados Unidos para desacreditar el desembarco del mega proyecto chino en su área de influencia, varios países de la región optaron por el pragmatismo y se sumaron a la ruta: Panamá, Uruguay, Ecuador, Venezuela, Chile, Uruguay, Bolivia, Costa Rica, Cuba y Perú. Es que la necesidad tiene cara de hereje, sobre todo porque nadie ignora que el centro de gravedad mundial se desplaza lenta e inexorablemente hacia oriente, que vuelve a recobrar el protagonismo que tuvo siglos atrás.

En el caso de Argentina, el presidente Alberto Fernández y su par Xi Jinping firmaron el acuerdo en el reciente encuentro que se celebró en Pekín. Según el gobierno argentino, esta adhesión del país al proyecto chino generará inversiones por 23.700 millones de dólares e incluirá además la ampliación del SWAP para fortalecer las débiles reservas del Banco Central.

China viene realizando desde hace varias décadas una serie de movimientos en el tablero mundial para consolidarse como jugador de peso, bajo la atenta mirada de países europeos y, especialmente de Estados Unidos que, desde la llegada de Biden a la Casa Blanca, tensó la relación diplomática con Pekín, a tal punto que el mandatario estadounidense dijo, a poco de asumir que "China no se convertirá en el líder mundial" mientras él sea presidente.

Pero la potencia asiática combina su milenaria paciencia con su enorme capacidad de inversiones, lo que le da un gran margen de maniobra en el escenario global para poder avanzar con préstamos para proyectos de centrales hidroléctricas, puertos, rutas y hasta líneas ferroviarias.

Se estima que solo entre los años 2005 y 2015 las inversiones chinas aportaron cerca de 1.700 millones de dólares por año a América Latina, superando de ese modo a organismos tradicionales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo como principal fuente de financiamiento para la región en ese período. Según estimaciones de las autoridades chinas, la Franja y la Ruta de la Seda -que ya tienen más de 140 países adheridos en todo el mundo- podría generar nada más ni nada menos que el 75 por ciento del producto bruto mundial.

Este proceso se da en un momento en el que, como se dijo, el mundo es testigo de una transición hegemónica del sistema global, con una centralidad que se desplaza hacia los países de Oriente. La evolución de China no deja de sorprender. En apenas poco más de tres décadas pasó de ser una nación subdesarrollada a convertirse en una de las potencias económicas del mundo con capacidad de volcar inversiones en todos las regiones del planeta.

Su necesidad de dar respuestas a una población de casi 1.400 millones de habitantes (más del doble que toda la población de América Latina), y a una economía que tiene altos niveles de demanda de materias primas, el coloso asiático sigue sumando países a su estrategia de posicionamiento a escala global

Es de esperar que Argentina aproveche su gran capacidad para producir alimentos para ir más allá y lograr una mayor diversificación de su oferta exportadora en este nuevo capítulo que comienza a escribirse en la relación bilateral con el gigante asiático.