En la actualidad que nos toca vivir, desde hace varios años y particularmente acrecentado en estos días, vemos que se encuentra instalada en la sociedad una nueva grieta, o contienda o lucha entre dos conceptos que deberían ser perfectamente conciliables.

O mejor dicho, que deberían funcionar de manera coordinada y consecuente, como ha sido desde el inicio de los tiempos. Se trata de la ciencia por un lado y la creencia popular por el otro. Y previo a eso me parece fundamental definir que el conocimiento científico se obtiene mediante observación, experimentación y demostración de manera metódica. Es decir que existe ciencia y prueba sobre cada materia que implica el desarrollo de la vida (ciencias humanas, naturales, filosóficas etc.), y que avala cada saber adquirido, demostrado y aplicado a cada materia. 

Ahora bien, desde hace un tiempo largo ya, cada situación demostrada científicamente es discutida y cuestionada por personas o personajes, que sin tener ningún rigor científico ni saber que los avale, les hacen frente a conocimientos perfectamente demostrados de manera irrefutable hace siglos, solamente apoyados en su creencia. Y esa creencia, siempre es obtenida a través de relatos parciales, o publicaciones por distintos medios, a veces de personas anónimas y de las cuales la gran mayoría de la opinión pública, sólo se queda con los títulos, en rigor a la verdad.

Esos relatos van entrando en la mente de las personas de manera masiva a través de la prensa, o cualquier medio digital de amplio alcance, ejerciendo un enorme poder en la opinión pública.

Esta situación cobra relevancia cuando esos relatos se imponen entre la masa sin conocimientos, en medio de la mayor crisis educacional y social que se ha vivido en nuestro país, es decir, campo fértil, y se pretende modificar parámetros sin ningún rigor científico que terminan cambiando la vida de las personas, generalmente de manera negativa, pero con enunciados rimbombantes dichos desde escritorios ubicados en rascacielos, en las grandes ciudades donde imperan las teorías  abstractas pero ninguna experiencia.

Si bien esto ocurre en general en todos los ámbitos, circunscribiéndonos en nuestra realidad chaqueña, los recursos naturales que nos son propios y que nos han tocado en el "reparto" de la naturaleza, la tierra, la agricultura y sus productos, notamos que es sobre ellos donde recaen con mayor dureza los relatos de ambientalistas, políticos y fundamentalistas, cada uno apoyado en sus intereses y en sus objetivos, trabajando arduamente sobre la creencia de la gente. El tema es demasiado amplio, pero puntualmente me quiero referir hoy al sector forestal.

Resulta increíble leer en los diarios de mayor circulación un tremendo ataque al sector forestal haciéndolo responsable de todos los males que aquejan a la provincia (y al mundo), el calor, la sequía, las inundaciones, el Covid, etc., y hay justificación para todo lo que se dice desde lo ideológico, pero no desde lo técnico o científico. Por un lado no hay casi trabajos que sustenten lo que se afirma, (creencia), pero por el otro y por el contrario hay una extensa biblioteca que habla de siembra directa, de manejo del agua, de cobertura, de asimilación de CO2, (ciencia), pero de todo esto nadie conoce ni habla, y lo que es peor, nadie quiere hablar ni conocer.

En el ámbito de la creencia constantemente estamos haciéndonos daño y creyendo que por no tocar ni hacer nada con los recursos naturales ellos se preservan, cuando no es así, y existen conocimientos científicos que así lo demuestran: si queremos fijar más C02 y queremos mejorar las condiciones de crecimiento de nuestros montes, no hay otra solución que intervenirlos, para sacarlos del clímax que han alcanzado y que no les permite seguir su desarrollo. Y digo haciéndonos daño, porque siendo una provincia con gente tan pobre, (no pobre de recursos), y dependiente de todo lo que el estado le quiera dar, o sea viviendo de lo público, estamos condenando a los pobladores y habitantes del interior a la peor pobreza.

Constantemente vemos como se trata de ideologizar a criollos y aborígenes para que no trabajen su tierra, que no exploten sus recursos, o sea que no resuelvan sus problemas, ya que el papá estado lo hará, y desde la política se fomenta que sigan viviendo de dádivas, en malas condiciones sin acceso a la educación, a la salud y al trabajo. No se les regulariza la tenencia de la tierra y se les prohíbe todo trabajo en sus montes. Se los trata de convencer que esa es su mejor vida y basta recorrer su pobreza para darnos cuenta de que nadie puede desearle a otro ser humano seguir viviendo así.

La realidad del pueblo chaqueño está ocurriendo hoy, aquí y ahora, con una mayoría de ciudadanos sumidos en la pobreza más vergonzosa que se haya conocido, de la que se habla en todos los ámbitos nacionales y más allá también, pero viviendo en una provincia rica en recursos naturales ideológicamente intocables para producir y alimentar a todo el país, pero sin embargo llena de pobres, hambrientos de trabajo, de alimentos, de vivienda digna, de agua potable, que necesitan criar a sus hijos, darles educación y desarrollo, pero eso es hoy, no dentro de cien años, ni diez años, ¿qué hacemos  hoy?

Pero lamentablemente ese relato imbuido de ideología ha calado hondo en la sociedad, y gran parte de los argentinos somos así, y parece oportuno el contundente editorial del Washington Post sobre la situación en la Argentina, donde se explica la permanente guerra del argentino contra la riqueza, viviendo en una resistencia permanente contra ella. Entonces el argentino odia al rico que obtuvo su riqueza por la vía del triunfo de su vida laboral legal. En este país, el que trabaja, el que emprende, el que blanquea su actividad, el que ofrece trabajo genuino y privado, es condenado por la sociedad, y hasta por la política, lo que no ocurre sin embargo con las actividades ilícitas, privadas o públicas, las cuales son festejadas.

Somos testigos de permanentes contradicciones, a modo de ejemplo, las ONG protegen y defienden hasta el último insecto de los bosques, respetando los derechos de todo tipo de animales. Pero siempre y coincidentemente son proaborto, ¿cómo se entiende esto?

Hoy Argentina es vista por el resto del mundo como un país enamorado de la pobreza, insistiendo desde la política imponer su ideología de odio a la riqueza, mientras que la gran masa de argentinos, pensantes y no pensantes, con educación o sin ella, con ganas de trabajar o sólo de vivir de planes, con dinero o sin él, todos, somos cautivos de una ideología oportunista impuesta desde la política, y de la que nos resultará muy difícil salir para superar la destrucción del tejido social normal de cualquier país, compuesto por capital (empresas), trabajo (trabajadores), educación y cultura de trabajo, Estado (más pequeño y comprometido a su rol),  y así todos haciendo rodar la rueda del carro, desde el lugar que le toque. 

Mientras no pensemos en superar estos problemas ideológicos odiando la riqueza, sin argumentos sostenibles, descreyendo de la ciencia, sosteniendo toda la economía del país y la provincia sobre relatos, pensando que el hombre siempre destruye y no es capaz de transformar para bien las realidades, apoyados en la ciencia, no vamos a tener destino posible.

Nota enviada por el ingeniero

MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ 

Desde Charata