Por Tony Villavicencio | No sé quién en Monte Quemado incluyó la palabra ignorante dentro de los términos ofensivos y descalificantes, porque ignorantes somos todos y porque nadie sabe todo.

Yo ignoro muchas cosas, pero no saber lo que debiera saberse o saber mal lo que se sabe, o peor aún, saber lo que no debiera hacerse y por ignorancia atreverse a hacer lo que ignoro, reviste mucho peligro y es lo que con frecuencia observamos en funcionarios públicos que ocupan cargos políticos.

Ignorancia peligrosa es aquella que ignora su propia ignorancia. Es esa ignorancia ilusa conocida como la madre del miedo, del pánico, de la imprudencia y es el terreno fértil donde se asienta la charlatanería, la exageración, el chisme y el arrepentimiento tardío de haber hecho algo por ignorancia que después  lamentamos.

El poder y el dominio del uso de éste, es frágil y tan quebrantable que llega a ser también muy peligroso. La estupidez sin poder es, por lo general, inofensiva, pero si a la estupidez le sumamos poder e ignorancia nos exponemos a la peor amenaza cargada de brutalidad y en Monte Quemado esta debilidad humana se hace sentir con todo rigor.

No es posible que sólo por tener poder accidental y pasajero por compadrazgo o comprando una “dignidad o autoridad” mucha gente esté “haciendo zapatos sin ser zapatero”, tomando decisiones desesperadas, más políticas que técnicas, con alto nivel de ignorancia pretendiendo hacer cosas que ningún pueblo lo haría, o digamos la ignorancia con poder más una cuota de soberbia es conducir al fracaso y había una secretaria de gobierno, opinando de la medicina con más autoridad que los médicos y mandando en la seguridad con más facultades que la policía.

Sumemos a todo esto esa tendencia morbosa y generalizada de opinar basado en intereses políticos y no en científicos, y en otras ocasiones, marcar diferencias con crueldad y perversidad, como es tener la posibilidad de ayudar y negarle una vivienda social a una madre con niños que duerme bajo plásticos; a un anciano, negándole remedios; a un discapacitado, la silla de rueda; a un niño, la leche; a un hambriento, el pan, bajo la excusa de que no pertenece al partido político que gobierna.

Esa actitud de los funcionarios que se han visto en algunos casos en el gobierno de la municipalidad de Monte Quemado, no es una mezquindad política. Sino en cada ser humano, así como existe un lado predispuesto a la bondad, también cohabita un lado oscuro de la maldad.

Y si esto pareciera poco al fin, el poder, la estupidez, la ignorancia y la maldad en Monte Quemado se juntaron con sus hermanos cercanos, el odio y la avaricia, y para poder quedarse con todo lo que es de todos, a la convivencia social la convirtieron en un juego de pillos con astuto engaño, estupidizan a la gente haciendo rodar cuesta abajo los frenos de la dignidad, llenando de resentimiento prejuicios y odio hacia los que no son parte o que no piensan como ellos.

Por fortuna, no todo está perdido porque la naturaleza misma depura y clasifica entre los más nobles, que son la mayoría de los copeños que se niegan y luchan para no ser en sus necesidades víctimas de las inmundicias humanas de un poder político ignorante a la hora de gobernar, pero sí sabios para quedarse con todo lo que es de todos.