En ocasiones, quien guarda silencio ante la crítica de un posteo y no responde, no es por falta de argumentos ni valentía. Lo que ocurre es que cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla, ríe y se aleja.

Cuando la ignorancia habla y critica, la inteligencia calla, escucha y se ríe. Porque al fin y al cabo, la enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia y después de 40 años en el mundo de las letras no vale ni siquiera gastar la h que es una  letra muda.

Una de las razones por las que nos cuesta tanto aceptar las verdades que nos dicen es porque las personas necesitamos sentirnos aceptados y reafirmados. Un reproche es la pérdida de ese sutil equilibrio personal hilado por el orgullo. Al ignorante lo que le sobra es orgullo y en vez de aceptar que obra mal, se ensaña y usa todo su fuerza y todo su poder para cambiar lo que no podrá, porque a la verdad se la puede negar, como lo hacen los que tienen poder, pero no revertir.

Ahora bien, cuando una crítica tiene como sustrato la más profunda de las ignorancias, no hay riesgo alguno para nuestro autoconcepto. Eso de andar con cartas documento, presionando fiscales, policías, para el inteligente hay discusiones que no valen la pena. Cuando hay oídos que no escuchan y mentes pequeñas donde no caben las explicaciones, es mejor callar, reír y dejar ir.

La ignorancia es la semilla de la intolerancia

Empecemos en primer lugar concretando a qué nos referimos con ignorancia. No estamos hablando de falta de cultura o de conocimientos. La ignorancia más perniciosa es aquella que carece de cercanía, de empatía y sensibilidad para ponerse en la piel del otro y donde, además, nos gusta hacer notar la superioridad, el poder y también descargar sobre el otro nuestras frustraciones. Es el caso de la Marito, ella aprovecha la pandemia para hacer sentir sobre el ciudadano la virilidad que Dios le negó.

El nivel más elevado de ignorancia se practica cuando rechazamos algo de lo que no sabemos nada. Cuando aún sabiendo que nos faltan datos o información, preferimos dedicar esfuerzos a mantenernos en nuestra posición que a obtenerlos. Cuando nos critican y negamos la verdad es porque no queremos admitir que debemos cambiar, mejorar. Toda esta actitud de estos personajes que nos envían cartas documentos, policías, falsas denuncias, no son más que la semilla de la intolerancia, de la falta de civismo.

Lo más complejo es que a veces la ignorancia se practica en esferas del poder. Gobernantes que aplican leyes sin conocer, juzgan sin enseñar sin molestarse siquiera en conocer qué intereses o necesidades tienen los demás. En estos casos esta intolerancia a los pueblos sí le duele porque los desangra.

Hay que ser hábil, prudente y comprender que las mentes pequeñas jamás entenderán de grandes sueños, y que hay oídos sordos donde no caben las palabras inteligentes y del burro hay que esperar la patada.

Fuente: Diario Perfil