Por Diego Ramos | El cordón umbilical de la derecha argentina está unida a la matriz histórica colonial dominante de la llamada pedagogía de la evangelización.

Estamos frente a un doble riesgo perpetrado  desde una ingeniería (CEO), no solo desde Junto por el Cambio, sino de los Libertarios de Javier Milei. 

Las pretensiones en ambas fuerzas es hacer desaparecer lo político tanto en su sentido real como en su fin último: la libertad.

El riesgo está en la intención de que gran parte de la sociedad asimile con la mayor ligereza y naturalización posible el plan de ajuste sistemático que tiene su génesis en el endeudamiento fenomenal creado por Mauricio Macri y que tiene su “segundo tiempo” en el blindaje anunciado por Patricia Bullrich, es decir, una réplica de lo que hizo Fernando de la Rúa y su  escenario apocalíptico de 2001.

 ¿Cómo hacen, con qué metodología y pedagogía  construyen el imaginario de la sociedad la derecha argentina y sus vasallos de la comunicación?

El prejuicio político es el modus operandi de la nueva derecha argentina. Estos prejuicios políticos  que a simple vista solo aparecen como frases pintorescas,  siembran en el imaginario común la despolitización a través del repudio a la política, a “la casta”, para dejar en mano de los CEOs (director ejecutivo de empresa)  los destinos de la nación a través de las privatizaciones. 

 De los “prejuicios políticos”, algunos ya históricamente construidos, se monta la estrategia para la despolitización que se basa en confundir “con política”,  todo aquello que acabaría con la política misma y que van de lo  más simple a lo más complejo:

-    “Los que entran en política lo hacen para robar”, para hacer creer que aquel que cuente con un poder adquisitivo no le hace falta robar.

-    “Hay que liquidar a las ratas de la casta política”, para dejar en manos de los “puros”: una república de santos. 

-    “El que se metió en política desde la militancia, se metió a dañar al Estado”, en consecuencia no debe existir la militancia.

-    “El Estado es dañino”, por lo tanto debe estar lo menos presente posible”.

-    “Son causantes de la grieta que son malas”. Sin grieta se puede pensar en una hegemonía absoluta y sostener un país para pocos, sin capacidad de demandas. 

-    “Se embarazan para cobrar un plan del Estado”, la lista sigue…

El cordón umbilical de la derecha argentina está unida a la matriz histórica colonial dominante de la llamada pedagogía de la evangelización que se encargó del memoricidio (matar la memoria de los pueblos), que reforzada en la teología de la resignación, van actualizando procesos de despolitización (no debatir, no poner en conflicto las demandas…) sin memoria de los pueblos y resignados, logran nuevos prejuicios políticos “y bueno, que vamos hacer, no queda otra”, “y si, algunos nacen con estrella y otros estrellados”…

El mito religioso judeocristiano cuenta que el primer hombre y la primera mujer,  podían comer todo lo que tenían a su alcance, menos de un fruto prohibido por la deidad suprema. La prohibición tenía su fundamento en el hecho de que aquel que comiese el fruto prohibido, se le proporcionaría la misma condición de la deidad. Siguiendo el relato, el fruto fue comido y el castigo recayó por querer experimentar una condición superior. 

Desterrados del paraíso, negados de un bienestar, no les quedó otra alternativa que sobrevivir “con el sudor de la frente”… por supuesto, con la promesa de que algún día alcanzarían la tierra prometida que nunca llega.

Expulsión, sacrificio, resignación; sensación de culpa por haber estado o haber pretendido estar cada vez mejor, es lo que queda en limpio de este mito religioso. 

Este mito es parte del manual de la derecha argentina ¿Cómo o desde dónde se entiende el castigo al pueblo por adquirir derechos, estar mejor, nivelar para arriba? Quisieron gozar de beneficios, ser como la deidad (conservadurismo, oligarquía, casta social) por lo tanto debían recibir el castigo, agudizando el sudor de la frente, total  “si a ellos le gusta vivir así como estaban”…

Entonces, la presencia de prejuicios políticos en el campo popular indica ausencia de racionalidad política. No quieren cuadros formados en el campo popular, al contrario, es la única forma que las sociedades elijan a favor de sus propias desigualdades. 

Los prejuicios políticos apenas pueden imponerse en el espacio público-político, es decir que el debate público vuelve a girar en torno a la verdad como lo hiciera al comienzo de la modernidad- incorporando en el imaginario social. 

“cuánto se robó Cristina Kirchner”- “cuántos dólares tiene su hija”… no busca colocar debates para la ampliación de los derechos, dicho de otro modo, cuando la demanda social es por verdades, y no por derechos, salimos del campo político y entramos en el campo religioso.  Mitos, prejuicios, resignación, despolitización, son categorías estratégicas que Juntos por el Cambio y sus socios lo entienden perfectamente. 

Hacen proselitismo de tipo religioso, casa por casa (timbreo y bombardeo televisivo) asegurando el mito y la parasitación de los prejuicios políticos en el espacio privado y doméstico, en pos de que el “control y el orden social” para el Statu Quo, de la derecha esté asegurado.