La vegetación seca que quedó en lo que hasta hace poco fue un depósito natural de agua, ahora arde bajo las llamas.

Eso es lo que se puede ver en estas dramáticas horas en el segundo humedal más grande del mundo: los Esteros del Iberá. Una prolongada sequía generada por el cambio climático y el avance de actividades humanas que ponen en serio riesgo a amplias zonas ricas en biodiversidad, explican en parte el drama que vive hoy la tierra de las "aguas brillantes".

El daño que provocan los incendios no se circunscribe a la zona de los Esteros del Iberá. Según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) casi el 9 por ciento del territorio de la provincia de Corrientes fue afectado por el fuego, esto es cerca de 800.000 hectáreas. Dada la magnitud del desastre, solo queda esperar que la lluvia llegue pronto y que traiga suficiente agua como para detener el avance destructivo de las llamas.

Un grupo de ambientalistas denunció, a través de un video que subió a la red Twitter, que una laguna que fue rellenada con desechos de aserrín que genera la industria forestal ahora arde bajo las llamas. Se trata, afirman, de la laguna Palangana, en la zona de Santa Rosa.

Otras imágenes que circularon en las redes sociales muestran restos de animales que quedaron atrapados por los incendios. Hay quienes relatan que mucho de lo que se observa hoy en los Esteros del Iberá parece extraído de un mundo imaginario recreado en el cine.

La palabra "Iberá" significa "aguas brillantes" en idioma guaraní. Ningún poblador de la zona tiene memoria de una tragedia ambiental de esta magnitud. Por eso resulta perturbador que el fuego haya llegado hasta el corazón mismo de este extraordinario humedal. Las pérdidas en materia de biodiversidad serán difíciles de cuantificar porque se trata, nada más ni nada menos, que de uno de los ecosistemas más extensos del país.

Hace ya varios años, desde 2007 para ser más precisos, se sabe que el fenómeno del cambio climático alteró el régimen de lluvias en todo el planeta. Ese año, diversos estudios científicos realizados por institutos de investigación del clima de Canadá, EE UU, Europa y Japón, cuantificaron por primera vez el impacto de la acción humana en el proceso de cambios en el clima y explicaron cómo esto estaba relacionado con las precipitaciones. Está claro que nuestra región no permanece ajena a estas alteraciones y de hecho hace bastante tiempo que viene dando señales del cambio climático, como el aumento de la temperatura media y los largos períodos sin lluvias.

Un documento preparado por Juan José Neiff, consultor de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en coautoría con Matías Neiff, titulado "Evaluación de los impactos del cambio climático sobre el ecosistema natural y la biodiversidad Esteros del Iberá" y publicado en 2013 alertó que "los mayores riesgos identificados estuvieron en el sistema productivo si se dieran períodos de sequías más prolongados que los actuales, ya que la biota es más sensible a la falta de agua que a los excesos, lo que se vió en forma más notoria en el sector sur y occidental del sistema, donde la agricultura de arroz, diversas formas de agricultura mixta y la forestación con pinos tiene un lugar relevante". "El turismo natural, que ha sido una actividad creciente en los últimos años, puede verse perjudicada si se dieran cambios drásticos en la organización del paisaje actual del Iberá. Parte de estos cambios pueden asociarse al corrimiento de las áreas dedicadas a la ganadería, debido a la menor disponibilidad de pastizales naturales", agrega el informe.

Debe señalarse también, por otra parte, que los incendios en los Esteros del Iberá ponen en peligro los trabajos de reintroducción de especies como el yaguareté que llevan adelante organizaciones no gubernamentales en esa zona con, hasta ahora, muy buenos resultados.

Por último, es de esperar que esta tragedia ambiental haga reflexionar al Congreso Nacional para que se discuta y apruebe una ley nacional de Humedales, una normativa que debe servir como punto de partida para la protección de valiosos espacios ambientales como los Esteros del Iberá.