Sobre su cabeza pesaban dos órdenes de capturas internacionales por narcotráfico. Sabía que su guarida era el único lugar seguro.

Pero también era consciente de que mientras más tiempo pasaba recluido entre cuatro paredes iba perdiendo territorio. No vaciló más y se echó a su suerte. Terminó baleado y detenido, enfrentando una posible dura condena por acopio, contrabando y venta de estupefacientes en el país. 

Desde hacía una semana, el capo narco salteño, considerado líder del Cártel del Valle de Acambuco, donde logró instalar y hacer crecer a pasos agigantados su búnker, comenzó a ser contactado por “colegas” de la provincia de Santa Fe.

La Gendarmería Nacional y la Policía Federal, conjuntamente con la Policía de esa provincia habían logrado desbaratar e identificar organizaciones narcocriminales que estaban operando en Santa Fe. Por lo que los grandes cárteles decidieron “bajar su producción” para esa provincia. Desesperados, salieron al mercado a buscar contactos. 

Vía telefónica pactaron a “ciegas” entregas. Corrían el riesgo de perder su plata, por una entrega que no se cumpliría. Pero “apostaron al negocio”. En el camino, las fuerzas de seguridad lograban dar el “golpe al narcotráfico” secuestrando cargamentos de hasta 426 kilos de cocaína, que tenían como destino Santa Fe. 

La “merca” escaseaba y tanto los líderes narcos como sus contactos comenzaron a desesperarse por conseguir. Pero no querían cualquier cosa. Es así que se pusieron en contacto con el “temible jefe del norte”. 
El capo del Cártel del Valle de Acambuco fue contactado por un colega suyo. Le había contado la situación que estaban viviendo y pactaron un encuentro. El narco sabía que salir de Salta era un gran peligro para él. Reunió a sus sicarios más fieles y comenzó a diagramar la logística para emprender el viaje. Tenía que ser un traslado por tierra. Sus choferes conocían los caminos alternativos y rutas que lo trasladarían desde Salta a Santa Fe. 

Apenas sol se puso el 7 de abril, emprendieron el viaje. Una motocicleta hacía de guía. Detrás de ella, la “caravana narco” se prestaba a recorrer los primeros kilómetros sobre la Ruta Nacional 16. Estaban armados con un fusil de asalto, una pistola calibre 9 milímetros y chalecos antibalas. 

En un automóvil, custodiado por sus “matones”, el “jefe”, que tiene nexos con organizaciones narco de Colombia, llevaba su “trofeo de combate”. Un paquete de un kilo de cocaína que estaba “coronado”. Con el sello de la calidad más alta de la producción, llevaba su muestra.

Ese fatídico día, el jefe iba a conocer a su nuevo cliente. Es poseedor de una buena carta de presentación, ya que en el ambiente es conocido como el clan que “mueve” vía terrestre o aérea grandes cantidades de estupefaciente de la mejor calidad. Por lo que su costo en cada envío le generaba millones de pesos. 

Pero el posible negocio quedó truncado en la localidad de Cruz Bajada, departamento Copo, cercano al límite con Salta. El conductor de un automóvil Renault Clio, que circulaba de norte a sur, realizó una maniobra y regresó hacia el norte. La maniobra fue advertida por los gendarmes que realizaban un control vehicular. De inmediato, se inició una persecución que se trasladó a caminos alternativos y paralelos a la Ruta Nacional Nº 16.   

Sin embargo, al verse acorralados, uno de los cuatro sujetos que viajaban en el rodado comenzó a disparar con un fusil de asalto contra los efectivos de la fuerza de seguridad nacional. Los gendarmes repelieron el ataque armado con sus armas de fuego y se produjo un feroz tiroteo en el que uno de los sujetos fue baleado a la altura del cuello. 

En medio del barro, malherido y sin ninguna posibilidad de seguir en combate, el jefe narco quedó tendido. Solo atinó a cerrar los ojos, en dirección al cielo. Fue auxiliado por uno de los gendarmes que, momentos antes, había tratado de matar con una carabina M4 que quedó fuera de su alcance. 

El jefe no era un improvisado, estaba preparado para cualquier enfrentamiento. Llevaba sus guantes tácticos y les había pedido a sus guardaespaldas que lo acompañaran. Un sicario logró huir al monte, escapando de los gendarmes. Mientras que otros de sus hombres al verlo malherido, trataron de rescatarlo; por lo que finalmente fueron apresados.

Mientras el capo narco era asistido para ser trasladado al hospital Regional, donde fue intervenido quirúrgicamente posteriormente, una camioneta que circulaba detrás de ellos, advirtió la balacera y regresó a Salta. 

Cruzado por el fuego, se hizo efectiva la detención del narco de 42 años, oriundo de Salta, más buscado del país en los últimos meses. Y junto a él cayó uno de los sicarios más temidos dentro de los “ajustes” entre las organizaciones narcos. 

Bombardeos narcos y cargas de hasta 500 kilos de cocaína 

El líder del clan del Valle de Acambuco tenía pedido de captura internacional de la Procunar por cinco secuestros de cargamento de cocaína. Además, estaba sindicado de ser dueño de una carga de 400 kilos de droga de máxima pureza, realizado en noviembre del año pasado. 

La cocaína producida por el cártel era considerada en el “negocio” como una de las “mejores”. Tenía impregnado sellos de coronas y delfines, en referencia a producciones de organizaciones criminales del Pacífico.

El narco apresado en Cruz Bajada era investigado por bombardeos narcos realizados en diversos campos en el norte del país. Además, por la logística que tenía como organización, se estipula que hacía envíos terrestres de entre 400 y 500 kilos de cocaína. 

Según se desprende de la investigación, el narco trasladaba droga hacia Santa Fe, Córdoba y Tucumán, donde contaba con una importante cantidad de contactos.