En los últimos meses salieron a la luz distintas modalidades de estafas con promesas de inversiones falsas, que tuvieron como víctimas a personas de distintos puntos del país con desconocimiento de las reglas de juego del mercado financiero.

Estos lamentables episodios confirmaron la necesidad de promover la educación financiera de la ciudadanía para evitar las trampas y engaños de quienes prometen ganar dinero fácil.

La Comisión Nacional de Valores es el organismo oficial que se encarga de la promoción, supervisión y control de los mercados de valores en todo el país. Es un organismo autárquico que desempeña su labor en la órbita del Ministerio de Economía de la Nación.

El año pasado publicó la Guía de Protección a las Personas Inversoras con el objetivo de brindar información a la ciudadanía en general y, en particular, a quienes deben tomar alguna decisión de inversión. Se trata de un documento de 33 páginas, de lectura sencilla y amena, que está disponible para su descarga en el sitio oficial del organismo (https://www.argentina.gob.ar/cnv).

Allí se brinda orientación sobre las finanzas personales y los principios básicos que se deben conocer a la hora de hacer una inversión; además de nociones sobre ahorro, tasa de interés, inversión, riesgo y rentabilidad, planificación de financiera personal y la importancia de la información a la hora de invertir.

En uno de sus capítulos, la guía describe los tipos de fraudes y estafas más comunes y brinda una serie de consejos para no caer en esas trampas; como, por ejemplo, desconfiar de cualquier persona que ofrezca ganar dinero fácil.

En ese sentido, advierte que las personas estafadoras son muy hábiles y, por lo general, utilizarán todo tipo de artilugios para hacer creer y convencer a la víctima de que la inversión es una oportunidad que no debe dejar pasar, ya que los beneficios que ofrece son altos y los riesgos bajos.

En otras palabras, el embaucador prometerá a la víctima lo que esta quiere escuchar: una solución rápida y fácil a sus problemas económicos. Haciendo un paréntesis, se puede decir que eso es algo que también ocurre cada tanto en la actividad política -sobre todo en tiempos de crisis- cuando aparece uno que otro candidato que se muestra como el gran salvador, preparado para vencer todas las frustraciones argentinas, con soluciones sencillas a problemas como el desempleo, la pobreza o la inflación; cuestiones que cualquiera que tenga un dedo de frente (uno, no dos) sabe que se trata de asuntos estructurales de enorme complejidad. La sabiduría popular recomienda para esos casos ser cautelosos y actuar como los santos, que desconfían cuando la limosna es grande.

En las últimas semanas algunas noticias dieron cuenta de estafas cometidas en distintas provincias que fueron posibles, en gran medida, por el desconocimiento de las víctimas sobre cuestiones financieras básicas. Hubo engaños, por ejemplo, de individuos de dudosa reputación que prometían rendimientos en dólares de hasta 10% mensual.

Si esto fuera real, entonces una persona que en este mismo momento invierta 100.000 dólares obtendría en 2027 cerca de 30 millones de dólares, sin ningún tipo de riesgo. Algunos estafadores iban más allá y ofrecían ganancias aún más extraordinarias en criptomonedas, promesas que en realidad escondían maniobras propias de las llamadas estafas piramidales.

La guía de la Comisión Nacional de Valores (CNV) explica que en este tipo de maniobras las personas estafadoras afirman que pueden convertir una pequeña inversión en grandes beneficios en un corto periodo de tiempo. Pero ese esquema solo puede crecer o reproducirse si se incorporan, continuamente, nuevos participantes en el programa.

"Los esquemas piramidales se desmoronan cuando resulta imposible reclutar nuevos participantes, lo que puede ocurrir rápidamente", advierte el documento de la CNV. Por otra parte, recuerda que también existen los llamados esquemas Ponzi: es cuando el estafador toma el dinero de nuevos inversores y lo utiliza para pagar supuestas ganancias a inversores de etapas anteriores, en lugar de invertir o administrar el dinero como prometió.

La estafa lleva el nombre de Charles Ponzi, que en 1920 estafó en Boston, Estados Unidos, a personas que creyeron que invertían en una operación que les reportaría importantes beneficios, cuando en realidad solo pagaba los intereses comprometidos con el dinero aportado por nuevos inversores que se iban incorporando al esquema.

Para evitar este tipo de trampas, es necesario que se promueva la educación financiera para que las personas puedan detectar a tiempo estos engaños y adoptar las mejores decisiones en lo que respecta al manejo del dinero.