La degradación del Ministerio de Salud al rango de Secretaría de Estado es una decisión desacertada que no hace más que continuar el derrotero de un visible desinterés por la salud de las personas.

Juan Domingo Perón creó el Ministerio de Salud de la Nación, diciendo que era para las vacas y no para el cuidado de la salud del pueblo y los únicos que hasta el momento se habían animado a suprimirlo fueron los dictadores militares Pedro Aramburu y Juan Carlos Onganía. En ambos casos la excusa fue la misma: disminución del gasto público y traslado de competencias a las provincias. 

Desmantelaron programas

El actual “equipo” tampoco parece entender la necesidad de un ministerio nacional que ejerza un rol de rectoría del sistema de salud que permita planificar, conducir y coordinar los sistemas provinciales, las obras sociales y el sector privado. No es casual que sean tan pocos los Estados del mundo que no tienen Ministerio de salud.

Cuando asumió, el nuevo gobierno designó funcionarios que, lejos de construir su liderazgo generando consensos, se dedicaron a destruir todo lo que se había hecho hasta el momento, desmantelando programas que habían obtenido resultados comprobados, principalmente los orientados a los sectores más vulnerables. Las actuales autoridades del Ministerio han intentado corregir esa situación, pero sus superiores no comprenden que no se trata de un problema de nombres o de cantidad de funcionarios, sino de capacidad para gobernar. 

Impotencia administrativa

Teniendo en cuenta su entusiasta discurso –hostil a la política tradicional y la autoría del empresariado privado–, hace tres años imaginábamos que, si bien el nuevo gobierno tendría dificultades en las relaciones políticas, al menos podría mostrar algunos éxitos resonantes en la gestión pública. Lo que vemos día a día es exactamente lo contrario: la parálisis actual del Estado por su manifiesta incompetencia administrativa es pasmosa. Quienes deben hacer trámites se quejan cotidianamente de marchas y contramarchas, trámites que se complican porque sí, incumplimiento de leyes y resoluciones, sub ejecuciones presupuestarias, licitaciones mal hechas, amiguismos evidentes, funcionarios noveles cuya única excelencia está en su remuneración, etcétera. La administración pública nunca fue una maravilla, pero el cambio de gobierno la desmoronó.

Ante semejante deterioro, la propuesta del gobierno no es mejorar el Ministerio de Salud, sino devaluarlo aún más. Devalúan así la salud del pueblo, lo que a su vez provoca una devaluación del capital humano de nuestro país, en lugar de mejorar la salud de las personas para que sean el trabajo y la producción las fuentes de la riqueza de todos los argentinos.