Por Tony Villavicencio.- La tradición del matrimonio y el anillo, en el mundo moderno ha cambiado su cultura y de acuerdo a estadísticas, en nuestro país en los últimos 10 años, son más las parejas que conviven sin firmar el contrato nupcial, por lo que no reciben la bendición de la unión de la Iglesia y esto a todas luces demuestra que se ha perdido la doctrina de las convicciones religiosas que impone el nacimiento organizado de la familia, como una obra bendecida por la Iglesia de Dios.

Referirnos al modelo de las formas que imponen para consagrar el matrimonio es recordar el valor de sus imposiciones como es el del anillo nupcial. Sea este de hierro, plata u oro, o de cualquier aleación, el pequeño aro que se coloca en los dedos adquirió una significación más alta que la que tenía en la antigüedad pagana tan pronto la Iglesia lo constituyó en símbolo de alianza indisoluble entre los cónyuges que han decidido desposarse.

Hace pocos días, después de muchos tiempo, subí a un colectivo de una línea urbana en la ciudad de Santiago del Estero, para trasportarme de un extremo al otro de la ciudad y en el trayecto, comencé a observar los dedos de las manos de los muchos pasajeros que viajaban agarrados de los pasamanos y en ninguno de ellos observé la portación del anillo que para los demás, sin profundizar desde lo religioso y cultural, no tiene otro valor que la de indicarnos el estado civil de esa persona que luce el anillo liso en su dedo mayor. Pero la alianza en realidad tiene un significado mucho más fuerte porque es el símbolo de la unión y la fidelidad mutua en la pareja que decidió aliarse para formar una familia.

Estadísticas

Como buen amigo de las estadísticas, y sin pecar por obsesionado, las diligencias me volvieron a trepar al colectivo y viajar ida y vuelta a la ciudad de La Banda, por supuesto, también en este coche me fui a sentar ceca de la puerta trasera, junto al pasamano del descenso obligatorio de la mano izquierda, que es la del corazón, y es la mano por tradición donde en el dedo mayor debería llevar la alianza de la fidelidad eterna.

Digamos, todo aquel que descendiera por esa puerta, al apoyar el pasamano para bajarse, me tenía que mostrar, los dedos donde debería usar la alianza, anillo que para los demás devela su estado civil y para ella o para él el valor es de unión y fidelidad. “Vas conmigo donde yo quiera que vaya”.

Los números

Viajé en ese colectivo ida y vuelta con los ojos clavados en ese pasamano y en mi libreta de apuntes tomé nota, por lo que a la hora de convertir a las personas observadas en el inequívoco valor de los números, quedó claro y fue revelador, que de 128  pasajerosentre 30 y 50 años, que sin advertirlo mostraron los dedos donde tendría que ir luciendo el anillo matrimonial, sólo a 32 se les observó la alianza matrimonial y de estos 21 fueron mujeres y 11 varones, a la vez que del total que lucían la alianza, 11 se trataban de personas con su aspecto físico mayores a los 45 años, por lo que como resultado de mi improvisada estadística, quedó claro que el anillo como símbolo de alianza y fidelidad tiende a desaparecer de la cultura religiosa del santiagueño, por lo que de suponer que las parejas, en estos últimos años, en su mayoría conviven de hecho, lejos de la Iglesia y más lejos del anillo o alianza que simboliza la unión y la fidelidad.

El símbolo del anillo o alianza

La curiosidad periodística, no conforme con el resultado obtenido, me llevó a interesarme y consultar sobre el valor del anillo o alianza matrimonial para la Iglesia Católica, Apostólica, Romana y nos encontramos que el anillo o alianza matrimonial es una tradición milenaria y nos dice que los judíos y los romanos -e incluso se cree que otros pueblos paganos- tenían la costumbre de que el varón le colocaba en el meñique un anillo a su futura esposa, pero era un anillo con un significado distinto. Se trataba de un voto de confianza entregándole una réplica del anillo o sello personal que él llevaba en el pulgar con el que lacraba sus cartas confidenciales y sus contratos. Costumbre más de las clases pudientes que de las populares.

Sin embargo, cosa distinta es que él y ella, de cualquier clase social, intercambian anillos nupciales el día de la boda y se acostumbre a colocarlo en el dedo anular de la mano izquierda, bien junto al del corazón donde se siente más el pulsar del poderoso órgano que simboliza el amor que debe ser solamente para Dios.

Romántico

Puede sonar muy romántico y hasta sentimental, pero la costumbre que nació así en la Europa del siglo VI se extendió por todo el planeta y todavía hoy bajo cualquier denominación religiosa o cultura, los matrimonios, aunque son pocos, todavía intercambian anillos en el ya universalmente llamado dedo anular de la mano izquierda.

En algunos países, y en el nuestro también, se les denomina “alianzas” y es usual que ellas ingresen solemnemente al templo sobre un elegante almohadón pequeño llevado en las manos de unos niños elegidos en común acuerdo por la pareja.

Durante la aplicación del sacramento, el sacerdote las bendice y rocía con agua bendita, y acto seguido convida los novios a que mutuamente se las coloquen repitiendo palabras de compromiso, fidelidad y amor. Por supuesto que este pequeño ceremonial incluido dentro del sacramento no es obligatorio, ni su ausencia invalidaría un matrimonio.

Dignificado por la solemnidad sobrenatural, como solamente la Iglesia podía haberlo concebido para la mayor gloria de Dios y consolidación del amor conyugal, trasmite mayor sentido al mutuo convenio de una pareja.

Pero el anillo nupcial puede llegar a revestir condición de auténtico sacramental como el llamado Piscatorio o anillo del pescador, aquel que se colca al nuevo Pontífice una vez proclamado después del cónclave. O como el que reciben los religiosos desde cardenales y obispos hasta monjas.

Bendito y elevado de categoría, el anillo nupcial pasa de ser un simple arito así sea de modesto hierro, a convertirse en un instrumento de vida consagrada como si se tratara también de una profesión de vida religiosa, llena de renuncias y sacrificios santificantes.

Fuerza del exorcismo

Signo de oración de la Iglesia por sus hijos, dispone para recibir gracias y otros efectos para la vida espiritual, y puede incluso llegar a tener la fuerza de un exorcismo contra tentaciones y ataques de espíritus malignos que inducen al adulterio y la fornicación.

Llevar siempre consigo ese anillo, más que un acto de amor y fidelidad o un deber conyugal, es mejor una buena protección, ya que bien se dice que una vez constituida la pareja conyugal, Dios asigna un ángel especial para ella, y su finalidad es protegerla y protegerlos individualmente en función del matrimonio como a “una sola carne” que ya son los dos.

Una sola carne eran antes de que Dios sacara a Eva del costado de Adán, una sola carne vuelven a ser ahora hasta que la muerte los separe y en el Cielo sean como ángeles. Esto nos enseña la iglesia, pero la modernidad, cada vez nos aleja más del anillo o alianza del matrimonio.

Es el inequívoco valor de los números en las estadísticas muestran que, hoy por hoy, la modernidad enseña como forma y costumbre de vida la convivencia de las parejas, sin recibir la bendición de los anillos del matrimonio, tiende a desaparecer el sacramento del casamiento  i8glesia.