El Comisario Gómez consultó su reloj pulsera, eran las 15:00 y mentalmente analizó la situación: no sería conveniente salir a esa hora porque no quedaría suficiente tiempo para hacer la carpa en el lugar que los extraviados habían elegido como campamento base y trasladar hasta ahí todo el equipo que seguramente no entrarían en el primer viaje.

Por esta razón se aproximo a Alicia que conversaba con el agente Fernández y le dijo:

  • Señorita Alicia. Discúlpeme, pero yo estuve pensando que si salimos ahora no vamos a tener suficiente luz diurna para acomodar la carpa, el equipo, los faroles. Paralelamente disponer de la cena, etcétera. Por esa razón me parece más conveniente que partamos a primera hora de mañana. Eso nos daría más tiempo para ubicar el lugar donde el piloto los dejó a los señores Alberto y Bravo. En caso de que ellos estén ahí, la situación será muy favorable, ya que no tendremos que buscarlos y mañana mismo podríamos concluir la tarea.
  • Yo tengo esa esperanza señor Comisario – dijo Alicia.

El Comisario Gómez, por su experiencia, pensaba que no serían así las cosas, pero le fue muy difícil romper las ilusiones de la joven.

  • Desde luego. Es lo mejor que nos podría pasar, pero compréndame, yo debo tomar todas las previsiones y prepararme para lo más difícil. Sin embargo, necesito su aprobación.
  • Deme un segundo iré a consultar con mi padre -y se dirigió rápidamente hacia donde estaba este conversando con otro policía. Después de charlar brevemente con su padre, Alicia regresó.
  • Si comisario mi padre también está de acuerdo con eso. Entonces salimos mañana con las primeras luces del sol, si Dios quiere.

Durante el resto de la tarde los policías continuaron acomodando equipos en el interior de un galpón y tanto Alicia como su padre se dirigieron a buscar comodidad en un pequeño hotel de la zona. El piloto, en tanto, se quedaría en la comisaria. Así transcurrió el resto de la tarde.

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Cuando el sol asomaba en el horizonte por el lado del naciente, el piloto y la tripulación ya estaba en condiciones de levantar vuelo.

El día prometía estar bueno para volar, aunque sería otra jornada calurosa.

 El helicóptero enfiló hacia el Noreste y el sol inundaba de luz toda la cabina transparente de su estructura. Volaron en silencio, observando el paisaje verde- gris que se extendía en todas las direcciones. De vez en cuando advertían la existencia de pequeños descampados y el piloto los sobrevolaba para cerciorarse si era o no el lugar donde había dejado a los exploradores.

Alicia, sentada al lado de una ventanilla observaba con mucha curiosidad todo ese paisaje vegetal y extenso.

Finalmente, el piloto, mirando a sus pasajeros hizo una señal elocuente que indicaba que ahí abajo estaba situado el campamento. Todos quisieron contemplar el espacio abierto, aunque no se advertía ningún detalle todavía. Luego de dar una vuelta amplia, el helicóptero perdió altura lentamente y se posó en las vizcacheras abandonadas, donde había aterrizado en su primer viaje. Las portezuelas se abrieron recién cuando las hélices habían dejado de girar.

Descendieron en silencio y caminaron en grupo hacia unos matorrales que rodeaban a un antiguo algarrobo. El piloto los siguió y rápidamente se integró al grupo silencioso. No se advertía ninguna presencia humana y los interrogantes crecieron en cada uno de los pechos, presintiendo lo peor. Se acercaron más y detectaron trozos de la carpa esparcidos por todos lados. Pronto se dieron cuanta que allí la presencia humana había desaparecido hacía mucho tiempo.

El Comisario Gómez empezó a impartir órdenes a sus subordinados para que se elija un lugar apto para levantar la carpa y hacer tareas de despeje para permitir la circulación cómoda alrededor de la misma. Otros bajaban todo el equipo que habían podido llevar en este primer viaje. Con una pala otro agente había recibido la misión de hacer un pozo bien profundo para establecer allí una letrina de campaña. El piloto con ayuda del agente Fernández habían hecho un fuego para calentar el agua y tomar unos mates.

Alicia y su padre, cabizbajos, recorrían los alrededores en busca de algo que les permitiera saber lo que había pasado. Por supuesto, no obtuvieron explicación.

Después de tomar unos mates el piloto regresó para buscar el resto de la carga. Así transcurrió esa mañana, en donde cada uno tuvo tareas que realizar y el Comisario las supervisaba. En ese momento se acercó a él Alicia, pero el comisario ya sabía lo que iba a preguntar.

  • ¿Tiene alguna idea de lo que pudo haber pasado? – preguntó.
  • Señorita Alicia, debe reunir coraje para enfrentar cualquier posibilidad. Yo no se lo que pudo haber pasado, pero evidentemente algo desagradable sucedió aquí, por el destrozo de todas las cosas que tenían el señor Alberto y el doctor. Los trozos de carpa me advierten de que esto ha sucedido hace mucho tiempo. – contestó el Comisario.
  • Es desesperante – dijo Alicia y se arrojo a los brazos de su padre para sollozar sobre su pecho.

Los policías que ya habían terminado sus tareas, organizados por el comisario, comenzaron a realizar exploraciones de no más de 200 metros en derredor. Cada uno de ellos llevaba un machete como arma imprescindible para caminar en el monte. Mientras tanto el agente Fernández cocinaba en un fogón improvisado. Tanto Alicia como su padre se sentaron en el tronco de un robusto árbol, caído y abatido seguramente por algún rayo. Ella no sabía que, en ese asiento improvisado, se sentó también Alberto y el doctor Bravo cuando llegaron al lugar.