“Los feriados en la Argentina están muy lejos de la Roma de Nerón, escribe Fernando del Corro en un enfoque muy particular sobre un tema que se presenta para la polémica, entre el fomento al turismo y las economías regionales y el argumento de pérdida de producción por menos días trabajados.

Con un total de 33 días especiales en el calendario, entre los feriados inamovibles, los trasladables y los días no laborables, la Argentina se sitúa entre los países de Latinoamérica con más jornadas especiales. Claro que está muy lejos de la época de gloria del Imperio Romano, durante el gobierno de Nerón (54-68), cuando los días festivos llegaron a 182, casi la mitad del total de los 365 del año.

El traslado de los feriados a los lunes, preferentemente, o a los viernes, tuvo su origen durante la primera etapa presidencial de Raúl Ricardo Alfonsín, en 1984, a instancias del entonces responsable del área de Turismo, Marcos Dabbah, dependiente de la Secretaría de Comercio cuyo titular era Ricardo Oscar Campero.

Hoteleros, agentes de viaje, transportistas y muchísimas otras personas vinculadas con esa actividad debieran rendir homenaje a la iniciativa de Dabbah, la que fuera respaldada desde el Congreso de la Nación por el diputado Rubén Rabanal, a la sazón presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la cámara baja.

Volviendo al Imperio…

Según las investigaciones del gran historiador francés Jerome Carcopino en su gran obra “La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio”. Apogeo logrado en expansión durante el gobierno de Marco Ulpio Trajano (98-117) pero que en materia de bienestar popular lo alcanzó con Nerón Claudio César Augusto Germánico en tiempos en que no existió el desempleo y que hasta se habilitó a los esclavos a querellar a sus amos por malos tratos. Uno de esos gobernantes populares, quien más allá de sus extravagancias y de las calumnias del poder económico como la de atribuirle el incendio de la ciudad, fue tan querido que décadas después de su suicidio, que le fuera impuesto por el Senado, se produjeron varios levantamientos populares reivindicando su figura.

El revisionismo histórico no es sólo una necesidad argentina sino mundial. Para adjudicarle el incendio de Roma hasta se introdujo en la obra de Cornelio Tácito un párrafo mucho tiempo después de la muerte de éste cuando Nerón estaba muy lejos de la ciudad y regresó de inmediato apenas fue notificado y donó todos sus bienes para la reconstrucción de la misma. Popularidad que seguramente se agigantó con sus actividades deportivas y artísticas. El gran filósofo de la historia Luciano de Samosata, recogiendo seguramente relatos orales ya que vivió algunas décadas después, destacó lo eximio de Nerón como músico agregando que era un muy buen cantante, aunque le faltaba voz para los tonos altos.

Ese Nerón (nacido como Lucio Domicio Ahenobarbo, hasta que fue adoptado por antecesor Tiberio Claudio César Augusto Germánico, conocido como Claudio. Curiosamente el apellido original, Ahenobarbo, coincidía con una realidad, la barba color heno) que donó sus bienes y murió pobre, que encaró grandes obras públicas como el Canal de Corinto, que convirtió a los esclavos sujetos de derecho, y que hizo con sus 182 días feriados que el pueblo trabajase tanto como descansase, no podía pasar bien a la historia, del mismo modo que poco se sabe de ese gran rey Servio Tulio (578-534 Antes de Nuestra Era), nacido esclavo (servus) y por ello Servio, asesinado por su hija en combinación con el patriciado de su época porque, entre otras cosas, en su gran obra que dio verdadera entidad a la ciudad, creó el impuesto a los réditos. Y tampoco se recuerda que Diocleciano (Cayo Aurelio Valerio Diocles), quien gobernó entre 284 y 305 y fue el autor de la ley sobre el impuesto a la renta potencial de la tierra (De capitatio iugatio), también había sido esclavo.