Como alumnos conocemos muchos docentes a lo largo de nuestras vidas, un constante aprendizaje que no solo deja huellas académicas en nuestros caminos, sino también huellas humanas y recuerdos entrañables en nuestros corazones.

Seguramente los exalumnos de Blanca Diolidia Torres, una docente jubilada tiene 83 años, no son la excepción.
Cursó sus estudios de primaria en la Escuela N° 62 de Tintina y la secundaria en la Normal Manuel Belgrano de la ciudad de Santiago del Estero donde se recibió de maestra normal nacional en 1960 y desde entonces comenzó una trayectoria dentro de la educación y de forma ejemplar.

Blanquita cuenta que en marzo de 1961, salió en busca de nuevos horizontes, nuevas etapas y que recorrió con título bajo el brazo y ya con el nombramiento en mano y como maestra suplente a cargo de la dirección de la Escuela Nacional N° 549 de la Virtud, allá en el monte profundo del departamento Copo donde pudo llegar después de dos días de viaje un 23 de marzo de 1961. Esta escuela se encuentra monte adentro, distante a 80 kilometros de la ciudad de Monte Quemado y a casi 400 kilometros de la ciudad Capital.
A pesar de su edad, Blanca, con asombrosa lucidez nos relató: “Fuí a explorar ese tupido bosque copeño, ya que me esperaba una escuelita de tercera categoría, cerrada por ser una zona muy desfavorable, en medio de quebrachales y arenales interminables, caminos intransitables, una zona inhóspita donde no habían medios de transporte ni comunicación alguna. Solo la zorra, el sulky o el lomo de caballo y mula. Se sufría por la falta de agua. No se contaba con las necesidades básicas, únicamente con una fuerte vocación de servicio”, comentó.
“Tomé posesión del cargo en presencia de la autoridad provincial del lugar y las concurrencias de la mayoría de padres y vecinos; hice inventarios de los bienes existentes y de inmediato me puse a trabajar con 86 niños de primero a sexto grado, nucleados. La gente fue muy hospitalaria desde el primer momento. Se ofrecían para colaborarme en lo que necesitaba. Los chicos grandes, ya jóvenes, casi analfabetos con un corazón generoso, una mente virgen y muchísimas ganas de superarse, había alumnos hasta de 18 años”, siguió la exmaestra.
Los vecinos visitaban la escuelita asiduamente en horas de clase y así Blanca fue conociéndolos y tratándolos, hasta que un día, sin saberlo se había entregado por completo a la vecindad.
“No había luz, lo hacíamos con velas de cera pocas veces con mecheros ya era un lujo por el combustible. La alimentación era natural y sana con faenas de sus propios animales se abastecían de carne, de las cosechas propias de cada habitante se comía maíz, zapallo, calabaza, cebolla, batata, etc.”, detalló la amada maestra.
Así llegó a conquistar el aprecio de los pobladores, sus cualidades personales el entusiasmo y empeño que ponía en sus funciones la llevó a un reconocimiento por los vecinos de la virtud quienes simbólicamente bautizaron al establecimiento con el nombre de “Blanca Diolidia Torrez”, nada más y nada menos.

“En esos años nos dedicábamos a la obra evangelizadora. Con la llegada de los misioneros de Salta se comenzó a predicar la Palabra de Dios a grandes y a chicos, mentes vírgenes, donde se cosecha la semilla que se siembra y es así que cada fin de año escolar en la escuelita de lo que fue un obraje, hacían bautismos y casamientos y en forma esporádica nos visitaba el obispo de las Diócesis de Añatuya monseñor Jorge Gottau, donde realizaba también confirmaciones de los alumnos y de mayores”.
Cuando llegó era una escuelita rancho. Años más tarde se inició la construcción de un nuevo edificio escolar a cargo de los docentes y vecinos y se formó la comisión de fomento, de la cual Blanca fue asesora.

En 1968 se inició el período escolar en el nuevo edificio, ya de material, reemplazando de esta manera al tradicional rancho de la época. Los niños se llenaron de alegría, ni hablar los vecinos y docentes por ver hecho realidad, su sueño de tener un edificio más cómodo con dos aulas.
Ya como directora titular del establecimiento vivió un glorioso acontecimiento, las bodas de plata de su amada escuelita: “junto a mi simpático vecindario y once colegas más, asistieron abanderados y escoltas de las escuelas de los alrededores. Con gran patrimonio y amor por una gran educación, todo docente logra grandes tributos; pero a costa de verdadero sacrificio y abnegación que hay que subsanar siendo valiente y tenaces emprendedores en la vida educativa dejando lo mejor de nuestro ser en esos desolados parajes”, afirmó Blanca, la docente de corazón inmenso.
Acercó nuevas técnicas y guío acertadamente al personal a cargo, siempre en armonía y con unión para lograr los objetivos propuestos desde su llegada.
En la década de los 70 y 80 con una memoria brillante nos cuenta: “Fui creciendo día a día, afirmándome y perfeccionándome. Así fue como en 1984 fui distinguida por mi experiencia y aptitudes para el manejo de grados nucleados y fui convocada a la ciudad Capital, donde participé de un seminario docente representando al departamento Copo junto a otros colegas de los distintos departamentos de la provincia donde se elaboró una cartilla para grados nucleados de escuelas de PU y tercera categoría”.

De regreso, con nuevos conocimientos se puso al servicio de la seccional número 1 de Monte Quemado y las escuelas de esa jurisdicción para instruir sobre técnicas y recursos utilizables en la atención de grados nucleados y así, hizo distinguir a su amada escuela a nivel provincial educativo.
Trabajó durante casi treinta años en esa humilde escuela dejándola en 1989, dejando lo mejor de su vida, apreciada y respetada hasta la actualidad, se siente orgullosa de todo lo que puede realizar y brindar a la sociedad, de todo lo que dejó allí.
En todos los aspectos, los recuerdos son vivientes en su corazón, que late lleno de alegría por lo logrado.

Recordó que dejó al frente del establecimiento educativo al docente Víctor Eduardo Abregú, a continuar con este desafío de gran obra.
La abuela Blanca Diolidia Torrez también incursiono en política, habiéndose afiliado en 1973 al Partido Justicialista.
En 1997 fue electa convencional constituyente de la provincia de Santiago del Estero representando a cinco departamentos: Copo, Moreno, Alberdi, Pellegrini y Silípica, redactando una nueva constitución con algunas reformas.
Actualmente vive en el barrio El Porvenir de Monte Quemado rodeada de afectos, y es la vecina destacada de la ciudad, con pergaminos de sobra.

Fuente: Nuevo Diario