Un peruano de 32 años, Vayron Jonathan Nakada Ludena, fue condenado a muerte este viernes en Japón por el asesinato de seis personas en Tokio en 2015, anunció un portavoz del tribunal de la prefectura de Saitama. La policía lo había acusado de haber apuñalado a muerte a una mujer de 41 años y sus dos hijas, de 10 y siete años de edad, de una pareja de quincuagenarios y de una mujer de 84 años en el barrio de Kumagay, noreste de Tokio, crímenes que el Tribunal consideró que fueron cometidos "de forma extremadamente cruel".

Al parecer Nakada Ludena, según lo publicado por el diario Perfil, sufrió un ataque de frenesí mortífero tras haberse escapado de una comisaría donde era interrogado por sospechas de intrusión de viviendas en ese mismo barrio. Sus abogados justamente habían pedido en forma reiterada que fuera sobreseído debido a que tiene rasgos de esquizofrenia y por lo tanto no era apto para ser sometido a juicio. El juicio provocó enorme interés en Japón, un país con una baja tasa de criminalidad, donde centenares de personas hicieron cola para poder asistir al anuncio de la sentencia.

Como detalle se indicó que el condenado es hermano de Pablo Nakada Ludena, apodado en Perú el "Apóstol de la Muerte" por haber asesinado a 25 personas entre 2000 y 2006. Pablo Nakada Ludena, que sufre de esquizofrenia paranoica, intentó suicidarse y está detenido en un hospital psiquiátrico de Lima desde 2007.

La condena a muerte a Vayron Nakada Ludena reabrió el debate sobre el sistema que Japón utiliza para sus ejecuciones, que se realizan por la horca, considerado por entidades como Amnistía Internacional como "el más cruel del mundo", ya que además de quitarle derechos al reo lo somete a un nivel de aislamiento casi absoluto. Amnistía citó opiniones de especialistas señalando que la extrema tensión a que son sometidos esperando la ejecución termina desquiciándolos. Cuando una persona es condenada a muerte en Japón, se la traslada al "Corredor de la Muerte" de las cárceles de Tokio, Osaka, Nagoya, Sendai, Fukuoka, Hiroshima o Sapporo, donde se le prohíbe hasta el contacto con otros condenados. Como no se informa la fecha de ejecución, el condenado se entera solo horas antes, no puede ni siquiera hacer ejercicio en la celda, no se les permite televisión, y tanto la familia como su abogado se enteran de la ejecución cuando ya se ha realizado. Cada vez que se abre su puerta, entonces, no sabe si va a recibir la comida o el anuncio de que su hora ha llegado. La horca japonesa se acciona desde una sala contigua que tiene tres botones, de manera que los guardiacárceles que los accionan no saben cuál de ellos fue el que en definitiva abrió la celda del piso y terminó con la vida del reo.