#Feliz29AñosNuevaEsperanza | Según el testimonio de don José Manuel Luna, vecino del lugar y consta en el libro histórico de la escuela N° 418, el caserío originario de la actual población de Nueva Esperanza se encontraba situado más al norte.

Siempre sobre el camino nacional al río Salado, más o menos a un kilómetro y cerca del río Horcones, caserío al que se denominaba “Villa”, de la que se conservan algunas casas como la de don Lucio Sánchez. A este lugar  simiente se lo llama la “Villa Vieja”.  

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Corría la década del 60’ y éste antiguo vecindario se despertó de su letargo con los auspicios y festejos del casamiento de la señorita Simona Vargas (nacida en 1846, hija de Cosme Vargas y Trinidad Ledesma)  y el joven hacendado, don Francisco de Borja Ruiz (nacido en 1856, hijo de Nazario Ruiz y María de la Paz  Correa). Esta flamante pareja conyugal dispuso el trazado de la villa. Hicieron construir la primera vivienda de material de lo que hoy es Nueva Esperanza. La obra estuvo a cargo de un albañil proveniente de la provincia de Tucumán, don Estrabón Castro.

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Este acontecimiento sentó la base para la fundación del nuevo pueblo al que llamaron Nueva Esperanza. Se demarcó a setenta metros de la vivienda de los Ruiz Vargas una manzana cuadrada destinada a plaza y dejando suficiente espacio para calles. Alrededor de esta plaza se subdividió el terreno en lotes de treinta por sesenta, que se entregaron en donación, un lote para la construcción de la capilla, otro de una cuadra para la escuelita Los demás para aquellos que quisieran formar parte del nuevo pueblo. De estos acontecimientos surge que la primitiva Villa Vieja se fue despoblando hasta que desapareció tomando impulso la Villa Nueva Esperanza.  

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De acuerdo a los relatos que se transmitieron en el seno familiar, Simona en agradecimiento por haberle salvado la vida a uno de sus hijos, Francisco Cicerón Ruiz Vargas, que padecía viruela, mandó a construir una capilla, que fue inaugurada el 2 de febrero de 1869 y que lleva desde entonces como patrono a San Roque, dando origen a una fiesta que se celebra anualmente cada 16 de Agosto.

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Antes de esto en casa de doña Simona, mujer buena y generosa destinaba una de las piezas de la casona para la práctica de las virtudes  religiosas, con una importante santería y un sencillo campanario. A este lugar concurrían muchos vecinos que profesaban la religión católica. Con el tiempo y el aumento de feligreses, esta pieza resultó pequeña, por lo que Simona Vargas mandó a construir de su peculio una capilla, destinada especialmente para el culto, donando toda su santería y el campanario de su propiedad.

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La casa de la familia Ruiz Vargas se convirtió en el centro de todas las actividades sociales del lugar. La residencia tenía una quinta de plantas frutales que rodeaba la mansión y complementado por verdes alfalfares. Además contaba con un molino harinero, que era útil no solo para la producción de la casa, sino para aquellos productores que desde grandes distancias llegaban para convertir sus cosechas en harina. 

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