Pensar en el cultivo de algodón en el noreste argentino puede llevarnos a conclusiones muy diversas y contrapuestas, pero sin duda, hay un factor común que forma parte del debate y es la “pasión” de cada uno de los eslabones que integran esta cadena agroindustrial.

Hoy, me permito hacer un recorrido sobre las oportunidades y la construcción de un futuro dinámico, sustentable y rentable para todos los actores que directa o indirectamente son parte del mundo algodonero.

Argentina enfrenta desafíos, desde la investigación, la producción, el desmote, la comercialización, el hilado de la fibra hasta la confección de la prenda y finalmente la moda que permite llegar con un producto de alto valor agregado al mercado

En todo este proceso que se lleva adelante principalmente en la región, hay una serie de elementos que hacen al algodón un producto agroindustrial único. La investigación en origen que desarrolla el INTA y otros investigadores, la creación de mano de obra y agregado de valor en cada una de las etapas, las empresas nacionales que apuestan y crecen alrededor de la semilla y la fibra, los gobiernos provinciales que promueven y articulan medidas para promocionarlo, son todos factores clave para poder seguir desafiando el futuro.

Pareciera que todos miramos hacia un mismo horizonte y que todos buscamos el crecimiento del sector, el bien común y el desarrollo de la región. Pero la realidad nos muestra que el camino que estamos construyendo muchas veces no coincide con los planos trazados por la mayoría que busca construir una autopista que permita llegar más rápido al objetivo.

En un país donde se siembran más de 400 mil hectáreas de algodón, da vergüenza que solo se declaren como siembra formal, menos de la mitad de las mismas. Podemos dar mil razones a este desequilibrio y seguramente muchas de estas, sean atendibles y deban ser corregidas.

Pero la intención de esta editorial pretende un enfoque distinto, saliendo del lugar de la excusa para reflexionar sobre la oportunidad que nos estamos perdiendo.

La informalidad en la cadena en un país que necesita crecer, crear empleo digno, capacitar, crear riqueza genuina para el bienestar general, incrementar los rendimientos a campo cuidando el medio ambiente, mejorar la calidad de fibra para abastecer la industria local y comenzar expandir los mercados internacionales, son una cachetada que nos ubica donde realmente estamos. Basta mirar a Brasil para poder verificar cómo funciona una cadena ordenada (con sus problemas como todas) que supo ubicarse en un lugar de liderazgo en la producción de fibra de algodón en poco mas de una década.

Parece un desafío imposible cuando nos comparamos y vemos que estamos produciendo menos de la mitad de fibra por ha, con menos del 10% de las tecnologías en semillas, sin una estandarización de la comercialización de fibra por HVI homologados y sin incentivos a la apertura de mercados, como tiene nuestro vecino.

Sin embargo, no todo son nubes negras en el horizonte. Hay muchas empresas, empresarios, asociaciones y entes gubernamentales que desafían esta realidad y trabajan día a día para cambiarla.

Lo imposible deja de serlo cuando nos proponemos cambiarlo y logramos vernos como un engranaje importante en una cadena y no como meros actores individuales que solo atienden su propia realidad.

El mundo hoy está padeciendo los efectos de una pandemia brutal, que afectó nuestro día a día, nuestra salud, la pérdida de seres queridos, la economía y los empleos y salarios de la mayor parte de la población.

Dentro de esta realidad dolorosa, nos encontramos como en una burbuja donde los que estamos relacionados al cultivo de algodón nos vemos bendecidos (en general) con buenas cosechas, con trabajo, buen precio, un clima piadoso y una comercialización ágil.

¿No será un buen momento para recapacitar y aprovechar esta coyuntura para dar un paso firme y comenzar a formalizar este mercado sacudido por algunos especuladores nocivos que nos han llevado por la colectora, haciéndonos creer que era más rápido llegar a destino?

Cada uno tiene la respuesta a esta pregunta, pero algo es cierto, las oportunidades para salir hacia delante no aparecen todos los años. Espero que los líderes, a nivel privado y público, que tienen la responsabilidad de mostrar el camino sigan bregando por la consolidación del cultivo y dejemos atrás los momentos donde los deshonestos ganaron espacio en beneficio propio sin hacerse responsables de las consecuencias.

Para finalizar puede que suene antojadiza, pero en la cadena algodonera hay más zorros que erizos, en la clásica definición del libro de Isaiah Berlin. “Mientras que el zorro sabe de muchas cosas, el erizo sabe mucho de una sola cosa”.

Lo que nos cuenta esta historia es muchas personas con muchas ideas y se mueven constantemente en una inmensa cantidad de ideas y experiencias, pero muchas veces necesitamos de algún “erizo” que pueda simplificar la complejidad y reducir la misma a una idea única que nos aglutine. Es fundamental ser un poco de las dos cosas, tener una estrategia y objetivos de largo plazo, pero también un camino de corto plazo. Y ese camino se construye como cadena integrada y trabajando para erradicar la informalidad.

El ingeniero agrónomo Pablo Vaquero amigo y colaborador de este diario digital es presidente del directorio de Gensus, el único semillero de algodón del país, que tiene su laboratorio en Avia Terai. de la vecina provincia del Chaco.