Por Tony Villavicencio | Mi generación tuvo que explicarse a sí misma, a sus hijos y nietos, lo incomprensible, como es que dos hombres se disputaron y gobernaron la ciudad de Monte Quemado durante 37 años.
Y, por sus aspiraciones pareciera que se quieren perpetuar en la disputa del poder hasta el fin de sus días.
El dúo se inició con la democracia y continúan gobernando. Ellos son Manuel Osvaldo Castillo, que con su reelección busca su quinto mandato; y Carlos Alberto Hazam, que insiste en busca del séptimo periodo de gobierno, y son los que se oponen a la renovación de una democracia que aquí en Monte Quemado permanece cautiva del nocivo y autoritario personalismo.
Ambos ejercieron y ejercen gobiernos autoritarios, son abusos con los empleados municipales, persiguen, y cuando prometen sufren de amnesia, censuran y proscriben a los que piensan distinto. Ambos, en sus respetivas gestiones, utilizan la misma receta de los Amos, que dominan a los sectores vulnerables con el miedo y reconquistando su voluntad en tiempo de elecciones con la dadiva y la prebenda.
En Monte Quemado aprendí que salir irreflexivamente de un gobierno autoritario a otro, no garantiza la salvación de un pueblo y desde hace más de tres décadas participa en un simulacro de democracia. El 72% de la población es de escasos recursos y sobreviven en el distrito hasta con necesidades existenciales, como es la falta del servicio de agua potable, caminos, energía eléctrica y sobreviven trabajando de changas o planes sociales .
Después de tantos años de lucha aprendí que no siempre las simpatías simbólicas son legítimas, sino ilusiones sembradas a partir de la fotogenia política, y que no hay gobiernos autoritarios que no procure, su perpetuidad en el poder.
Hoy, hay sectores de la comunidad que ha sobrevivido en una democracia entre lo prohibido y lo obligatorio. A lo largo de la vida democrática ha prevalecido el peligro de un poder más allá de sus límites y que se las ingeniaron para perpetuarse en el poder. No con los valores de la democracia, sino con el método y la estrategia del miedo de premios y castigos que instala el amo a sus esclavos.
Empero, a pesar de todo los que pasó y lo repetimos, los de siempre son nuevamente candidatos a intendente, alimentando a Castillo la probabilidad de su quinta reelección; y Hazam, su séptimo mandato.
Ambos comparten las ansias de un delirio, y pareciera que van perdiendo el sentido del tiempo y los motivos del miedo por los que fueron elegidos, y hoy el pueblo de Monte Quemado, con más información de sus derechos, está respirando los aires saludables de un cambio.
Al respecto, hay que decirlo, un intendente no es un ser divino, se trata de un servidor púbico y eso nunca deben perder de vista, porque cuando en la correlación del tiempo insisten en perpetuarse, primero lo sufre la gente y después la ciudad; y en Monte Quemado hay suficientes evidencias de lo que significaron estos dos gobiernos para el presente de una comunidad con graves problemas de infraestructura y prácticamente en ruinas.
Los más de 40.000 habitantes sobreviven en barrios sin servicios existenciales. Digo sin agua potable, sin energía elétrica, con atención del servicio de la salud pública precario, sin más educación (con dos carreras terciaras) y miles de jóvenes emigrando. Esto es lo que nos queda después de 37 años de dos gobiernos.
Todo indica que se viene el cambio pero también en política nadie que respira está muerto y los amos y su intención de perpetuarse en el poder están ahí, ofreciendo sus candidaturas al pueblo que ya no está alimentada por el miedo que sembraron y les permitió reinar.
Hoy, vemos que el remedio es más dañino que la enfermedad, Castillo y Hazam, esperanzados en los sectores que ellos mismos empobrecieron, truecan votos por colchones, frazadas, chapas, arena, bolsines de mercadería y hasta dinero en efectivo, transformando a la democracia en un negocio de fenicios.
Empero, desde el cambio unísono suenan las voces “recíbanles todo los que les están devolviendo y en el cuarto oscuro voten el "Cambio”.