Por Tony Villavicencio.- En lo que va de este año ya se han registrado siete suicidios, cinco adolescentes y dos personas mayores, por lo que se trabaja en un proyecto para salvar de la tristeza y la soledad a los jóvenes de Monte Quemado, donde hace pocos días, nuevamente, la inexplicable decisión de un menor vuelve a conmocionar, en su mayoría a los estudiantes de los distintos colegios secundarios, en lo que han sido hechos que sacudieron la sensibilidad, y que por su gravedad social preocupa e impone presencia de profesionales.

 

Cabe recordar en el año 2012 y 2013, integrantes del gabinete social de psicopedagogía del Consejo General de Educación y especialistas apoyados, por el Obispado de Añatuya, trabajaron para frenar una ola de suicidios y determinar entonces las causas que tendrían incidencia en las determinaciones trágicas de los jóvenes y adolescentes de esta ciudad.

Los profesionales de la educación que en aquella oportunidad visitaron los distintos establecimientos educativos conversaron con profesores, alumnos y padres y encaminaron a la comunidad a que, responsablemente, se congreguen en las reuniones donde los distintos sectores analizaron la problemática, y con la activa participación de la iglesia programaron medidas a corto, mediano y largo plazo.

Se trabajó en la elaboración de un proyecto tendiente ayudar a los jóvenes, profundizando la relación familia y colegios e impulsando, desde las instituciones públicas y sociales, culturales y deportivas, un mayor espacio de contención y participación para la juventud.

Del análisis realizado en esos días en los distintos ámbitos de la sociedad, se destacaba el sinceramiento que han manifestado cada uno de los representantes de las instituciones donde se admitió que el conjunto de la sociedad de Monte Quemado falló por no haber realizado lo suficiente a favor de los más vulnerables de la sociedad, aunque todos coinciden que la génesis de los problemas tendría origen en la familia, indicando además que se potenció por un marcado individualismo que observaba la sociedad, donde el joven no tiene espacio de participación ni contención.

Si bien es cierto que aún no se conoce el resultado del análisis realizado por los profesionales que visitaron la ciudad en aquella oportunidad, la sociedad copeña vuelve a sacudirse con la determinación trágica de niñas, adolescentes y jóvenes, que decidieron, inexplicablemente, poner fin a sus vidas, todos en un corto lapso de tiempo.

En este ámbito social, la familia debe esforzarse para contener a los más jóvenes, ya que son los que se encuentran inmersos dentro de una realidad donde el problema existe, pero para solucionarlo es necesario asumirlo. Donde el consumo de alcohol y otras sustancias alucinógenas (drogas), es una realidad que se descubre todos los días entre los jóvenes. Vivimos en una sociedad, la cual, por ser lo que es, provoca soledad. Nos referimos a una sociedad que mató los valores espirituales para justificar sus acciones, creando un ambiente de opresión y despersonalización de la familia, que favorece la eclosión de violencias y revueltas, resultado de la miseria y la pobreza reinante.

En el marco de esta realidad humana, es necesario ubicar a los adolescentes y nace el interrogante ¿Qué ofrecemos desde la sociedad a un ser que está en plena etapa de crecimiento? Lo que necesita desde la misma convivencia son los buenos ejemplos. La violencia, en sus distintos modos, es lo que hay para ofrecerle a una juventud que día a día no encuentra su lugar, y es esto seguramente lo que va a tomar.

En este mundo del individualismo, que es el mundo de lo material, la persona siempre es menos: menos amor, menos verdad, menos libertad, menos igualdad, menos justicia. Es el mundo de lo superficial y falso, y es a lo que tenemos que enfrentar si es que realmente queremos salvar a nuestra juventud, y para vencer en esta lucha será necesaria la participación de la familia, de todas las instituciones públicas, sociales culturales y deportivas.

Bajo ese marco de conciencia, las instituciones de la ciudad de Monte Quemado deberían trabajar en todas las direcciones y es la iglesia la que fortalece la espiritualidad de una sociedad que vive momentos difíciles, que ante la adversidad debe reaccionar y abocarse a la construcción de un refugio seguro para la juventud, que se debate en soledad, víctima de una crisis de valores.