Por Tony Villavicencio | Ayer el tribunal pronunció la condena  para los ocho acusados por el asesinato de Fernando Báez Sosa, y son cinco  los acusados fueron condenados a cadena perpetua y los restantes tres a 15 años de prisión.

La máxima condena se entiende como justa porque al joven Fernando le quitaron la vida y a los autores del alevoso asesinato,  jóvenes de 20 a 23 años, la justicia los convierte en muertos vivos, que con estos hechos violentos advierte los argentinos vivimos en una sociedad en crisis.

Cinco de los jóvenes recibieron la máxima pena, por ser autores del "homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas". Esto implica que deberán cumplir cadena perpetua en la cárcel y los privados de la libertad,  para la sociedad  son muertos vivos.

Nadie puede negar que el crimen se virilizo por las redes sociales en lo que fue una hecho horroroso y que no podían escapar estos jóvenes a ser sentenciados con otra condena, que no sea  ejemplificadora. Empero, más allá de lo justo de la condena, no podemos negar que estos hechos protagonizados por jóvenes suceden con frecuencia en la sociedad Argentina  que a deferencia de este caso del asesinato del joven Fernando Sosa Baez, no tuvieron oportunidad de ser filmados y virilizados.

Recientes hechos de agresión extrema protagonizados por jóvenes han sacudido a la opinión pública. Ha madres que asesinan a sus propios hijos y  se escucha  a lo largo y ancho del país el clamor de familiares que reclaman por justicia y  los expertos sostienen que el fenómeno de la violencia no los involucra sólo al caso de Fernando Báez Sosa sino que es reflejo de una sociedad en crisis.  

Los expertos coinciden en que, víctimas y victimarios, hoy los jóvenes y adolescentes argentinos son hijos de una sociedad violenta, desigual y fragmentada que los empuja al miedo y a la desconfianza, a la frustración y al resentimiento. El final del ciclo es la desolación, la ignorancia, la irritación, la agresión, la conducta antisocial y hasta el suicidio y el homicidio.

Ante semejante cuadro, muchos se hacen una pregunta hoy quizá más necesaria que nunca: ¿qué ha hecho la sociedad y qué ha hecho el Estado para que un chico de 15, 18, 20,22  años  piense que su vida o la del otro, no vale nada?

Los adolescentes, los jóvenes  son hijos de una  sociedad que es la creación de nosotros los mayores, donde pareciera que venimos de  la violencia que es  hija  de muchos silencios que despiertan y  nace de sus profundidades, aparece por un instante y regresa a los abismos de un descontrol sin límites perdiendo el valor de la propia vida y mucho menos la del otro.

Lo penoso de este acontecimiento policial del caso Fernando Báez Sosa,   no habría que observarlo  tan solo del contexto judicial, más allá de la justa condenas. El hecho ocurrido  es  emergente de la violencia social, del impacto que nace desde el silencio de una sociedad en crisis que todos los días nos sorprende haciéndonos conocer  hechos violentos e inhumanos  que sin propios de una  sociedad enferma.