Por Tony Villavicencio | No son los periodistas, el  problema son los medios de comunicación que no les interesa hacer buen periodismo, sino hacer dinero e incidir en la toma de decisiones del poder político y lo hacen disciplinando a los comunicadores sociales.

Los medios de  prensa escritos, orales y visuales introdujeron varios cambios y se divorciaron del periodismo de calidad, son los empresarios gráficos como es el caso de los medios del grupo Clarín, que se convirtieron en los principales amplificadores del odio.   

¿La calidad? Eso solo interesa a los periodistas de verdad. ¿La democracia?  Solo sirve para hacer que la libertad de información esté al servicio de la libertad de empresa. El resultado final de todas estas prácticas es que se produce un divorcio traumático entre medios y periodistas. Hoy se informa  sujeto al negocio del empresario y los buenos periodistas para defender la libertad de prensa deben buscar otras vidas en internet o escribiendo libros o dictando clases o creando redes en  ONG para sobrevivir con calidad y dignidad.

El otro divorcio que se dio es que la información que llega a la ciudadanía ya no viene de la prensa, sino que se ve por televisión. Que investiga lo que se quiere ocultar y difunde y presenta como verdad lo que se informa con subjetividad.  En televisión no interesa hacer periodismo en diversidad de géneros y con investigación y  el ejemplo más claro es de los medios visuales del Grupo Clarín. Eso que se hace en la televisión no se puede llamar periodismo, el sensacionalismo es parte del  espectáculo.

El paisaje es traumático: la prensa, esa que crea la ficción de la opinión pública ilustrada, solo interesa a los políticos, a los empresarios y al gobierno; es una cancha donde solo juegan las elites, mientras tanto, los sujetos populares habitan la prensa de crónica  y el periodismo carroña, la tele de infolvido y de farándula.

Por citar un ejemplo, "a la gente en Monte Quemado, hasta hace unos años atrás poco le importaba estar bien informada  y se acomodaba  en la música y el entretenimiento y las ficciones de las radios. La información no les importaba. Es que desde el poder de uno o del otro para entonces un pueblo bien informado, no era  un bien democrático, sino burocrático y así reinaron durante 37 años con los resultados por todos conocido. 

Empero desde mi condición hoy de jubilado, puedo expresarme con libertad. Los periodistas debemos comenzar por la autocrítica porque también somos culpables. Y es que no lo estamos haciendo bien: informamos (si es que lo hacemos) con pocas fuentes, no contamos historias, no ofrecemos contexto, con pobreza de lenguaje, abandonamos el objetivo de ser contrapoder, no ofrecemos criterios de comprensión de la realidad y nos hemos dedicado a celebrar el yo-periodista. Entonces, ofrecemos información sin valor, sin relato, sin emoción.

El periodismo se ha mudado del compromiso social. Lo que vende es un periodismo que evita los asuntos sociales y políticos que puedan hacer pensar. Los periodistas hemos abandonado el producir conciencia sobre la realidad. Así, los periodistas hemos llegado a ser productores de confusiones y banalidades más que de comprensiones de la vida y la calidad desaparece porque estamos desconectados de los ciudadanos y respondiendo a la libertad de empresa.

Entonces, los periodistas debemos reinventarnos, más allá de los medios y de nuestros viejos orgullos. Necesitamos un nuevo concepto de periodismo, información y narración. Ese nuevo concepto debe venir en formatos, experiencias, vínculos, compromisos, entretenimientos y conexiones diferentes sobre el cómo somos. Los medios seguirán siendo buenos negocios y actores políticos, pero una sociedad requiere y exige de buenas historias sobre su realidad, y esas historias solo las pueden proveer los buenos periodistas que nada tienen que ver con la libertad de empresas, que es desde donde se siembra el odio.