Se estima que en nuestro país se desperdicia, cada 24 horas, casi un kilo de alimentos por habitante. Son productos que son aptos para el consumo humano; sin embargo, van a parar a la basura.

Frente a este problema, organizaciones de la sociedad civil que trabajan para reducir el hambre y mejorar la nutrición en todo el territorio nacional hacen un llamado para que estos alimentos tengan un mejor destino.

Argentina no es el único país donde se desechan alimentos aptos para consumo humano. En rigor, es un problema mundial. Según la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de los alimentos que se producen en todo el planeta nunca se consumen. Esto quiere decir que cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos se pierden cada año, lo que representa además un alto costo para la economía mundial estimado en 940 mil millones de dólares anuales. Pero eso no es todo: el problema también suma cada año cerca de 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

En nuestro país, que registra altos índices de pobreza, es importante la labor que lleva adelante la Red de Bancos de Alimentos, creada en el año 2003, con el objetivo de evitar el desperdicio y luchar contra la malnutrición y el hambre que golpea a muchas familias de los sectores más vulnerables de la sociedad, cuyos niños siguen necesitando de los comedores sociales para acceder a un plato de comida.

El año pasado, por la pandemia, estas organizaciones se vieron obligadas a adaptar sus operaciones y actividades de acuerdo a los requerimientos sanitarios y de bioseguridad dispuestos para garantizar el cumplimiento de su función principal, que es gestionar donaciones de alimentos para colaborar con la nutrición del sector más postergado de la población. Su trabajo consiste en rescatar productos excedentes de la industria alimenticia, las cadenas de supermercados o productores frutihortícolas. Lo hacen a partir de pedidos de donaciones de productos aptos para el consumo que por distintos motivos fueron sacados de circulación o perdieron valor comercial. Una vez que reciben los alimentos donados, los clasifican con ayuda de voluntarios, los almacenan en depósito y, por último, lo distribuyen entre organizaciones sociales. Los donantes son grandes, pequeñas y medianas empresas de la industria alimenticia, supermercados y productores de frutas y verduras que donan alimentos por varios motivos: por tener excedentes de producción, o porque se trata de productos que tienen una vida útil muy corta, o bien tienen embalaje o etiquetado defectuoso. También son donados productos estacionales fuera de temporada y otros que formaban parte de campañas de ventas y promociones que no tuvieron la salida esperada. En todos los casos los productos son, como se dijo, aptos para que los pueda consumir cualquier persona, es decir que no representa ningún riesgo para la salud pública.

En todo el país funcionan 18 Bancos de Alimentos que, solo a lo largo del año pasado y en medio de las restricciones que impuso la emergencia sanitaria, lograron asistir a 1,6 millones de argentinos. Esto fue posible gracias al compromiso de empresarios, transportistas y productores agropecuarios, que no dudaron en sumarse a la propuesta de trabajo de la red de Bancos de Alimentos que, dicho sea de paso, lleva adelante su tarea con total transparencia.

Un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) reveló que casi una quinta parte de toda la comida disponible en el planeta va a parar a los tachos de residuos de los hogares familiares y los restaurantes. El documento publicado este año por la agencia de la ONU para el medio ambiente, destaca que se trata de un problema mundial, y no solo de los países ricos. En ese sentido, señala que Nigeria, por ejemplo, está entre los países que más desperdicia. Por esa razón, llama a la comunidad internacional a redoblar los esfuerzos para reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos per cápita a nivel de los minoristas y los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro.

Es necesario apoyar a las organizaciones de bien público que trabajan para rescatar los alimentos que perdieron su valor comercial. Se debe evitar el desperdicio y lograr que, en lugar de ser descartados, lleguen a las familias que tienen dificultades para acceder a un plato seguro de comida todos los días.