Por Tony Villavicencio.- En los últimos días de clase fui a Taco Pozo a visitar unos amigos, quienes me invitaron a cenar en un restaurante de esa ciudad chaqueña, al ingresar observé unos cartelitos que me llamó la atención y se podía leer “Sr. Cliente, no tenemos WiFi, conversen entre ustedes y puedo afirmar con total seguridad que durante las dos horas en las que estuvimos disfrutando de ese estupendo negocio, no vimos en las mesas a nadie con un aparato celular en sus manos.

El hecho de que en ese lugar nadie estuviera manipulando un celular me despertó mi total curiosidad. Me había acostumbrado a ver a varones y mujeres, chicos y grandes, prendidos a sus teléfonos como huérfanos a la teta. Hemos visto gente caminando por las calles como “zombis”, totalmente hipnotizados por las pantallas de sus celulares y abstraídos por completo del enorme mundo que los rodea. 

Ya lo habíamos advertido en El Municipal Web cuando observamos que la tecnología en vez de evolucionarnos, nos capturó y hoy somos cautivos de ese aparatito que todos tienen y no de uno, sino de hasta dos celulares.

Nadie puede negar lo práctico y cómodo que es este maravilloso invento, ya que desde el mismo momento que logró su total independencia del esclavizarte cordón del teléfono negro que lo ligaba a la pared, la tecnología de las comunicaciones provocó una verdadera revolución. Nos permitió adelantarnos al futuro y estar en todos lados, sin movernos a ninguno. Dos décadas atrás eso era algo impensado, solo ocurría en las películas de ficción, nadie podía afirmar que un aparato con esas características podía masificarse y que hasta el más humilde de los mortales llevaría en sus bolsillos.

Hoy en día, la sofisticación ha llegado a tal punto que se puede ver un canal de TV, bajar información de Internet, filmar acontecimientos, grabar voces, y mil opciones más y no es de extrañar que dentro de poco tiempo también aprietes un botón del celular y te sirvan el mate cocido con chipaco, empanadilla o rosquete.

Lo concreto es que actualmente el celular se ha constituido en un elemento indispensable dentro del desarrollo de la vida moderna. Sin embargo, su constante uso ha generado una dependencia tal que ya se considera en un simple vicio. No existe ninguna moderación en su uso, y el abaratamiento de las tarifas por parte de las empresas ha contribuido a empeorar definitivamente el abuso de su utilización.

Lo que realmente asusta es que la gente permanece por horas, como embrujada, ante la pantalla del celular. Con una actitud muy similar a la de un autista. He visto a muchos adolescentes y los que ya no lo son tanto, mover los labios casi imperceptiblemente, como en un estado de trance y de donde es muy difícil llegar a despertarlos. 

Esta gente que se ha tornado “celular-dependiente” siente impulsos irrefrenables de “chatear”, a tal punto que es imposible detener su irracional acometida. Cuando por un caso fortuito, no pueden estar con el celular encima o bien éste no funciona, el poseedor de dicha maravilla se vuelve como loco, totalmente perdido e increíblemente indefenso y desconectado del mundo. 

En el caso que todo funcione bien, será realmente difícil que ellos miren a tu cara mientras usan el aparataje, porque sólo tienen ojos para su querida y adorada pantalla. Es imposible mantener una conversación fluida y coherente con estos “fonoadictos” debido a que cada dos o tres minutos recibe una nueva llamada y uno, que está por decir algo, debe tragárselo o esperar con paciencia otra oportunidad, si es que no se olvida lo que estaba por decir. 

Hay quienes piensan que muchos, aunque ellos no lo sepan, están tan enfermos con el celular como un adicto al alcohol, al tabaco, a las drogas y si no reciben una rápida ayuda, el sujeto puede caer en extremos jamás impensados.