(Por Tony Villavicencio). En democracia no puede existir persecución política, pero en los gobiernos autoritarios se trata de una práctica fundamental para someter y controlar al que piensa distinto.

El autoritarismo es la eliminación del Estado de derechos y es lo que algunos empleados municipales en la ciudad de Monte Quemado denuncian con regularidad. No son escuchados, en lo que es una persecución política que se enmarca en una sistemática violación de los derechos humanos hacia trabajadores que en algunos casos son humillados y se los denigra.

La persecución política destroza la organización democrática para reemplazarla por el miedo como mecanismo de control de la sociedad, y a los empleados se les destruye hasta su familia. La persecución es cultura, las injusticias no afectan solamente al perseguido, sino que es un problema del conjunto de trabajadores municipales y también de toda la sociedad.

La persecución en los regímenes no democráticos tiene la acepción de presionar, molestar, conseguir que alguien sufra o padezca procurando hacerle el mayor daño posible, pues se trata de causar molestia de manera continua, acosándolo. La persecución política está constituida por un conjunto de acciones represivas o maltratos persistentes, realizadas por un gobierno sobre un individuo o grupo del cual se diferencia por la manera de pensar o por determinadas características políticas o de otro tipo. Persecución política es la consecuencia directa de la discriminación política que sufren todas las personas que tienen el valor de hacerle conocer al gobierno que no piensa como ellos. 

La historia demuestra que la sociedad y los ciudadanos no toman en serio la persecución política hasta que les toca, esto es hasta que son perseguidos, hasta que la violación sistemática y premeditada de los derechos humanos los afecta. La división e independencia de poderes, el Estado de derecho, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, con un sistema de frenos, contrapesos y balances al poder, con jueces imparciales, con alternancia en el poder, con obligación de rendición de cuentas, con prensa libre, con la vigencia de la Constitución y la ley preexistentes, están por encima de la voluntad del gobernante.

Pero desde los distintos poderes nada se hace en Monte Quemado por restituir derechos a profesionales docentes confinadas a la cocina a lavar platos y servir café, lo que es un desperdicio de conocimiento y formación académica en una municipalidad donde lo que falta son precisamente luces.

Ayer fuimos informados que la ex empleada Rochi Villalba, quien en un deliberado acto de persecución política fue confinada al cementerio en el absurdo de haber agradecido en su Facebook una donación realizada por el ex intendente Carlos Hazan.  

 La persecución implacable es el medio de control de una sociedad reducida a la miseria, con instituciones devaluadas, donde la persecución política de empleados no cesa y sus víctimas son hostigadas.

Es entre otros, el caso recurrente el de la empleada Villalba,   víctima de un gobierno municipal que no respeta derechos laborales, no premia el esfuerzo, no se interesa por la capacitación ni el conocimiento y si premia la militancia y la obsecuencia.

Empero, lo más grave es que también se desinteresa por ofrecer a todos los empleados los medios y los recursos necesarios para cumplir con sus obligaciones, lo estamos viendo en los controles.

La empleada Villalba, planta permanente, categoría 18, auxiliar administrativa, la que por ser gentil y educada fue confinada a convivir con los difuntos, se la notificó que debía presentarse a cumplir servicio esencial en el cementerio. Cuando llegó, a su lugar de trabajo se encontró con una oficina en malas condiciones y que la misma a la vez es un depósito de herramientas y materiales de construcción, donde hacen nido las alimañas. Las sillas destruidas, el personal trabaja sin los elementos de protección, no hay jabón, no hay alcohol, no hay barbijos. Todas estas falencias representan un verdadero peligro para los empleados, en el cementerio no hay un sanitario para lavarse las manos, y si el empleado necesita realizar su acto fisiológico, aunque parezca vulgar, tiene que esconderse detrás de los nichos.

Según trascendió, la empleada Villalba, firmó la notificación de su vuelta al cementerio en disconformidad, manifestado no reconocer el carácter labor esencial, y de no contar con la de los elementos que protejan su salud y la de sus dos hijas cuando regresa de su lugar de trabajo.