Por Tony Villavicencio.- En este breve artículo de opinión, el medio propone a los lectores ejercitar una profunda reflexión sobre la serie de “mandamientos” a continuación expuestos destinados a cualquier funcionario que esté por asumir su cargo.

PRIMERO. Tener honestidad: Antes de que el Poder Ejecutivo emita un decreto para designar a un funcionario en una función pública se asegurará de que el mismo va en beneficio de una persona honesta. Honesta es igual a íntegra, decente, recatada, razonable y  recta. Porque quien obra con honestidad se caracterizará por la rectitud de sus acciones y por la integridad con la cual procede en todo lo que hace.

SEGUNDO: Tener vocación de servicio: Es decir, tener como persona la actitud y la inclinación de brindar colaboración y ayuda. Es estar dispuesto, aun a sacrificarse,  a reconocer y admitir que a una función pública no se va para uno enriquecerse sacando provecho personal de la función, convirtiéndola así en un medio para  prevaricar o para hacer negocios personales. Es saber que la cosa pública pertenece a toda la sociedad y no a una persona, familia o gavilla política.

TERCERO. Poseer principios y valores: Los  principios y los valores  son fundamentales para poder tener vocación de servicio público, porque ellos implican tener pasión por brindar la mejor atención y calidad suprema en el servicio, actuando con honestidad, cordialidad, humanidad, rapidez y sentido de oportunidad. Todo servidor público debe de actuar basado en el sentido de la justicia y la razón y saber que su accionar se orienta a contribuir con el bien común.

CUARTO. Tener humildad, sencillez y modestia: Todo servidor público debería de estar adornado de estas virtudes. La humildad es indispensable para la relación y la intercomunicación, porque va ligada al conocimiento de sí mismo. Ella libera de la vanidad y del desengaño. La sencillez tiene que ver con la manera de llevar a la vida esa verdad sobre uno mismo, haciéndonos comportar con transparencia personal, lo que permite a los demás conocernos y relacionarse con nosotros tal y como somos. La Modestia, podría decirse que es la suma de la humildad y la sencillez, visible en nosotros por la forma en que tratamos a los demás y por lo que decimos y hacemos.

QUINTO. Tener capacidad para el cargo: El estado es una empresa, es la empresa pública, es decir, la empresa de todos. Por lo tanto, su manejo implica negociación permanente con los asuntos del Estado. El Estado cobra impuestos (colecta dinero de la sociedad) para realizar sus fines. Tiene una nómina, paga sueldos y salarios, pensiones, da ayudas, hace inversiones, compra y a veces también vende. Por lo tanto, no debería ocupar una posición pública sino aquel que esté preparado para desempeñarla eficientemente. El Estado no debe tener un personal a su servicio supernumerario que implique gastar más de lo que se debe en sueldos y salarios,  porque es irresponsable desde el punto de vista administrativo. El concepto , Usura,  y barrilitos constituyen actos criminales contra las finanzas públicas que están sancionadas por nuestro código penal. Solo debe de ocupar un cargo público quien esté preparado para su desempeño y que realmente vaya a trabajar.

SEXTO. Tener buenas relaciones humanas: El hombre actual es un ser social que para satisfacer sus necesidades tiene que relacionarse con los demás. El estado está organizado en instituciones políticas que reciben el nombre de poderes del Estado, y estos poderes están dirigidos por hombres y mujeres que ocupan esas posiciones en virtud de procesos de elección o por designación, hacia los fines de que actúen como “servidores públicos” Pero para ser un buen “servidor público”, se requiere manejar las buenas relaciones humanas, es decir, conocer la forma de tratar bien a la ciudadanía, tanto cuando se requiera recibir algo de ella, como cuando se precise satisfacer sus necesidades. Es común ver en nuestro país como la mayoría de los “servidores públicos” se comportan como si tuvieran el derecho a sentirse que están por encima de los ciudadanos a los que están llamados a servir, y esto la sociedad lo tiene que objetar.

SÉPTIMO: Tener principios éticos, esto significa que en todo momento y situación un funcionario público debe actuar conforme a los principios y normas éticas asociadas a sus funciones, lo cual conlleva la no realización de actividades que supongan un conflicto de intereses con su cargo, o que se presten a malas interpretaciones al pensarse que podría estar usando su puesto para obtener ventajas personales pecuniarias, dadivas, gratificaciones, comisiones o algunas recompensas.

OCTAVO. Ser Responsable: Todo funcionario público tiene que ser capaz de asumir el compromiso de cumplir con las tareas puestas bajo su cargo, no sacándole el cuerpo a sus responsabilidades ni echándole la culpa a otros cuando las cosas salen mal por su irresponsabilidad. Un funcionario responsable tampoco se atribuye los meritos que no le corresponden, ni le echa la culpa a sus subalternos cuando por su incorrecto accionar las cosas salen mal.

NOVENO.  Conocer la historia de su país: Ha llegado el momento de tener funcionarios que conozcan la historia política del país, a fin de proceder contrario a los procedimientos fraudulentos que han permitido a funcionarios cercanos al jefe del Estado hacer fortunas millonarias frente a la pobreza y miseria de más de la mitad de sus conciudadanos, que  aún aguardan ansiosos por programas públicos  de inversión que vayan a resolver sus problemas de alimentación, seguridad, educación, trabajo, salud y vivienda.

DÉCIMO. Comprometerse con un mejor país: Todo funcionario público debe de comprometerse a trabajar desde la posición en que haya sido designado para mejorar la institución donde le corresponde ejercer sus funciones. Manejar con probidad y cautela los fondos puestos bajo su disposición. Tener bajo nómina solo al personal necesario requerido para llevar a cabo las tareas puestas bajo su cargo. Instruir para que sean tratados con el debido cuidado los bienes que pertenecen al Estado. Velar por la eficiencia y la entrega al trabajo con amor por parte de sus colaboradores subalternos. Dirigir la unidad puesta bajo su mando haciendo una gestión como si se tratara de una empresa organizada para el éxito. Estar siempre dispuesto a rendir cuenta de sus funciones.