Por Tony Villavicencio. En lo que va de este año, en nuestra provincia se registraron decenas de casos de suicidio y no se observa que se trabaje en un proyecto para salvar de la tristeza y la soledad a nuestros adolescentes y jóvenes.

Hay que trabajar para frenar la ola de suicidios y determinar, entonces, las causas que tendrían incidencia en las determinaciones trágicas de adolescentes y jóvenes, especialmente dde los casos de la ciudad de la Banda y Frías donde las páginas de los diarios nos informan se registra la mayor cantidad de suicidios.

La iglesia es la única institución que se pronunció al respecto. Se registran en los distintos ámbitos de la sociedad. Señala que el foco de los problemas tendría origen en la familia, que se potencia por un marcado individualismo, donde el joven no tiene espacio de participación ni contención y encuentra desahogo en el consumo de la droga.

Si bien aún no se conoce el resultado del análisis realizado por los profesionales, y “atrapados” por el coronavirus, nadie se interesa del tema y nuevamente la sociedad vuelve a sacudirse con la determinación trágica de adolescentes y jóvenes  que decidieron inexplicablemente poner fin a sus vidas.

La iglesia recomienda que la familia debe esforzarse para contener a los niños, adolescentes y jóvenes que se encuentran inmersos dentro de una realidad, donde el problema existe, pero para solucionarlo es necesario asumirlo. Donde el consumo de alcohol y otras  sustancias es una realidad que se descubre todo los días.

La iglesia se refiere a una sociedad que mató los valores espirituales para justificar sus opciones y provocar, convenientemente, la soledad. Se creó un ambiente de opresión y despersonalización de la familia, que favorece la eclosión de violencias y revueltas, resultado de incomprensión más que de la miseria y la pobreza reinante.

En el marco de esta realidad humana ¿Qué ofrecemos desde la sociedad a un ser que está en plena etapa de crecimiento y lo que necesita desde la misma convivencia son los buenos ejemplos? La violencia en sus distintos modos, es lo que hay para ofrecerle a una juventud que día a día no encuentra su lugar, y es esto seguramente lo que va a tomar.

En este mundo del individualismo, que es el mundo de lo material, la persona siempre es menos. Menos amor, menos verdad, menos libertad, menos igualdad, menos justicia. Es el mundo de lo superficial y falso, y es a lo que tenemos que enfrentar si es que realmente queremos salvar a nuestra juventud, y para vencer en esta lucha será necesaria la participación de la familia, de todas las instituciones públicas, sociales culturales y deportivas.

Bajo ese marco de conciencia, las instituciones del Estado provincial y también nacional deberían trabajar en todas las direcciones, y es la iglesia la que fortalece la espiritualidad de una sociedad que vive momentos difíciles como es la pandemia del coronavirus que ante la adversidad debe reaccionar y abocarse a la construcción de un refugio seguro para la adolescencia y la  juventud, que se debate en soledad y es víctima de una crisis de valores y de un estado ausente…