Por Tony Villavicencio. Los últimos días El Municipal Web ha recibido en su WhatsApp denuncias de vecinos que manifestaron haber sido víctimas de arbitrariedades y abusos del poder político, en el marco de los controles del aislamiento por la emergencia sanitaria del Coronavirus.

Por lo que en primer lugar, les recomendamos concurrir a la fiscalía y formular la correspondiente denuncia, pero lo que nos manifestaron es temor de sufrir represalias por ser ellos mismos actores del reclamo de derechos vulnerados por el poder político local.  

En  realidad, por un momento sentí un profundo desasosiego social y me di cuenta que el arma más poderosa que tiene un gobernante para subyugar a los ciudadanos no es la fuerza. No son los golpes de una porra, un bofetón o un castigo severo o un encierro injusto en nombre de la pandemia. El arma más poderosa que tiene un gobernante es el MIEDO. A ese fin suele dedicar pocos esfuerzos para blindarse de las críticas que puedan perturbar sus sueños, y en eso de las denuncias surge la obra de un oficial de policía, que en nombre del poder político, infunde temor miedo a los vecinos de Monte Quemado.

La pandemia del coronavirus y la ley de la cuarentena en Monte Quemado acompañada, en principio, con  un gigantesco despliegue policial agitaron el viejo fantasma del “terrorismo de estado”. Debemos aclararlo: No fue la policía, sino un funcionario policial, familia del poder político, para quien por su vínculo con el poder local valía todo.

Todos en el pueblo lo saben, es el oficial Gustavo Sosa, yerno del intendente y actual pareja de la secretaría de gobierno. Este funcionario con personal a sus órdenes, que hoy se justifican en la obediencia debida, en nombre de la pandemia ingresaron a viviendas sin exhibir orden judicial. Procedieron  a detener a vecinos y secuestrar pertenencias que hasta hoy no las devuelven. Celulares, aparatos de música y otros bienes.

Carlos Mercado, del barrio Virgen de Carballo, la familia Chávez del  barrio Villa Nueva, van y vienen  de la comisaria reclamando sus cosas que no aparecen y en otros casos hay denuncias de vecinos a los que le fabricaron aislamientos domiciliarios sin mediar causa que los justifiquen, solo por versiones como es la denuncia de la ciudadana Carla Vera que no se cansa de llorar y denunciar que por cuestiones políticas le inventaron un aislamiento que le impidió trabajar. O don Yuli Coria, que nadie duda fue víctima de una persecución que raya los límites de la perversidad y la humillación. O lo de la familia Cambronera  del barrio Municipal y/o la detención de un joven gendarme en el barrio Sor Ángela. Los vecinos saben la bajeza que esconde en el trasfondo ese procedimiento.

Por todo lo ocurrido, colegas del subcomisario Sosa,  mostraron su disconformidad con el proceder del poder “poli-político” y dejaron trascender que el funcionario trajo a la dependencia personas en calidad de detenidas a las que luego liberó sin conocimiento de la fiscalía. Es larga la lista de las personas que denuncian (en la prensa) que las obligaron a pagar multas por su moto vehículos.   

Por lo ocurrido con los vecinos de los barrios pobres de Monte Quemado, el miedo se ha extendido como una mancha cancerígena por todo el cuerpo social. El miedo a que en nombre de la cuarentena vengan allanar tu casa, a perder la  libertad, a que te quiten el celular, a no poder pagar la multa por la moto que te quitan, a que te excluyan de los derechos sociales, a que te persigan y no te dejen trabajar para llevarle al pan a tus hijos; todo esto forma parte de la estrategia del sometimiento.  

“Cuando el Gobierno teme al pueblo, hay democracia. Cuando el pueblo teme al Gobierno, hay tiranía”, con esa consigna el ex presidente de los EE.UU, Thomas Jefferson, quería advertir ya en el siglo XVIII de los peligros que acarrea para cualquier sistema democrático la existencia de un gobierno que haga del MIEDO su política central.

En realidad, inocular el miedo en la ciudadanía es una medida eficaz para anestesiar conciencias en el marco de la degradación de la democracia. Pocos políticos han  reconocido que, para “reinstalar el miedo al sistema”, debía elevarse el listón represivo. Esa estrategia tiene su lógica: atropellar los derechos ciudadanos exige mantener a raya las libertades que permiten reclamarlos.  

Cuando una sociedad vive acongojada no sale a la calle. No se expresa, no reclama por sus derechos es  la “ley de la patada en la boca”, es el valor al silencio el eslabón más avanzado de la  política de infundir el MIEDO. No por casualidad, tratan de  no mostrarse en las redes sociales, empero también sabemos que cuando la ira se desate no habrá fuerza que los detenga y es lo que queremos evitar ocurra en Monte Quemado, porque  el de arriba aprieta, hasta que el de abajo revienta.