(Por Tony Villavicencio) Hoy fui expulsado de un grupo de redes sociales, por ponerle freno a un personaje sin frenos, de esos que si no te convence te amenaza y cree que inspirando miedo te vas a someter.

Empero, eso no es lo importante sino la  decisión de eliminarme, me hizo recordar la frase que dejara Antoine de Saint-Exupéry en su obra El Principito, “El  valor de las cosas que no siempre son evidentes”.

Participar o no de un grupo por las redes sociales, con todas las obligaciones comunicacionales en mi caso, no es importante. Sí me sorprende, ya que el audio de la confrontación estaba dirigido a buscar culpables del coronavirus y  minimizar  la cuarentena, al ser rebatido y quedar sin  argumentos, sobrevino la amenaza, algo que en Monte Quemado funciona muy bien..

Generando miedo se gobierna, por miedo a quedar sin trabajo uno se somete a la explotación, por temor a que se les corte el fiado se los negrea y de esa forma hay varios espacios de la sociedad, que sobreviven sometidos y en la extrema pobreza. Está claro, el de más arriba aprieta al de más abajo.

Hoy, vemos que no son los más débiles los que con alto grado de irresponsabilidad, violan la cuarentena obligatoria decretada por el Gobierno nacional, acatada por las provincias y municipios. Después de ver muchos casos con un alto grado de irresponsabilidad, considero  necesario reflejar, reiterar y romper estos mensajes de los más pudientes que llegan por las redes sociales.

 Claro, el virus no se ve, no es tangible y sólo se manifiesta, y cuando lo hace supone un riesgo muy alto para la salud, especialmente para grupos de riesgo, pero nadie está exento de su contagio. Muchos no ven el verdadero peligro que encierra y suponen exageradas las medidas decretadas, y como ellos son los que siempre dominaron todo, pareciera también lo ven débil al coronavirus y están equivocados, se trata de un enemigo poderoso,  que no perdona el descuido y al que no hay que subestimarlo .

Así fue en Italia, España, Francia y muchos otros países, como México y Brasil en nuestro continente, sumado a Estados Unidos y Gran Bretaña, donde el principio adoptado por sus gobernantes era dejar fluir hasta que se agote. Las sociedades elípticas del primer mundo, descreídas y desafiando al virus, en principio bajaban y subían en los aviones y hoy vemos las lamentables consecuencias.   

Desde Monte Quemado, tenemos que decirle a la provincia y al  país que son tiempos de alta responsabilidad social, de asumir nuestro rol desde lo individual y lo colectivo, porque el problema es de todos. No afectará sólo al vecino o al habitante de una ciudad o pueblo lejano, nos afectará a todos en mayor o menor medida, y la única vacuna existente y efectiva es el aislamiento social, el mejor hospital del cual podemos disponer, para curarnos es nuestra casa.

Y a estos señores hay que decirles que hay gente que quedan trabajando para que todos podamos contar con los elementos básicos necesarios. Son los hombres y mujeres que trabajan en el campo, actividad esencial para la cadena alimentaria, o en comercios, farmacias, servicios esenciales y demás sectores exceptuados.

Los trabajadores y trabajadoras de la salud, médicos, enfermeros, asistentes, choferes, personal de maestranza, el personal de seguridad que están en contacto directo con la enfermedad, que no tienen un barbijo y que tiene el deber de controlar que se cumplan las restricciones impuestas, recorriendo toda la ciudad, son un ejemplo que nos reconforta como seres humanos, porque ponen de manifiesto su sensibilidad y su solidaridad. Y  no es justo que estos personajes devalúen el trabajo de quienes, a riesgo de sus propias vidas, no cumplen con las normas en Monte Quemado.  

 A los enfermeros, médicos, policías, a gendarmes les dedicamos un aplauso fuerte y todo nuestro reconocimiento que deberá ser expreso cuando termine esta pandemia. Nos enorgullecen y nos pone en la senda del virtuosismo cívico, que no siempre podemos visualizar en una sociedad con tantas grietas y tanta inequidad en la distribución de la riqueza. 

No debemos esperar al 26 de agosto para celebrar el Día Nacional de la Solidaridad, en conmemoración del nacimiento de la Madre Teresa de Calcuta, el día es hoy, ahora. La solidaridad hoy se constituye en un nuevo paradigma. Hoy debemos compartir, no sucumbir ante la globalización de la indiferencia, sentir que somos parte de un mundo que requiere fraternidad, ocuparnos de los  vulnerables, de los pobres y marginados.

Es tiempo de ponerle frenos al que no tienen frenos. No es al que buscando culpables insulta y amenaza de aburrido, al que todos tenemos que  ponerle frenos es al Coronavirus ¿De qué forma? QUEDATE EN TU CASA.