Por Tony Villavicencio.- En Monte Quemado, las instituciones de la democracia han caído en el más profundo degradación, desde donde se implementa y funciona el mismo mecanismo del despojo generado en los obrajes, con trabajadores municipales perseguidos, sin la indumentaria de trabajo adecuada levantando basura, trabajando en lugares y espacios contaminados en un trampolín mortal que se ha cobrado inclusive vidas, sumado al trabajo en negro, precarizado, haciendo colas en la casa de funcionarios a la espera del pago por sus tareas.

En efecto, en el extremo noroeste de la provincia de Santiago del Estero, Monte Quemado es una Ciudad que camina hacia un estilo de progreso impuesto desde la cultura dominante del obraje, y el progreso lejos está de verse reflejado en las necesidades reales que hoy tienen los habitantes del Pueblo, donde se ha degradado el rango de las instituciones de la democracia.

Esa es la misma matriz de una cultura empresarial de los obrajes, donde a los abusos y sometimientos, se le otorgan continuidad en las instituciones del estado y se la está trasladado hacia una cultura joven, que en parte reniega de las condiciones de vida y en otro de los casos se adapta a la súper explotación y/o el desprecio por sus derechos.

El sometimiento del obraje asimilado y trasladado como “nueva cultura institucional”, es lo que en parte va haciendo temblar las bases sociales del pueblo, lo interesante de esto es que el obrar autoritario del gobernante o del más fuerte sobre el más débil, en Monte Quemado no escandaliza ni asfixia y en algunos casos hasta es consentido y es tal vez, porque a la gran parte de la sociedad copeña, la cultura del hacha y el sometimiento a los hombres, nunca lo dejó respirar la libertad plena de sus derechos, y entonces no es extraño que desde la Municipalidad invirtieran doscientos mil pesos en comprar una radio para evitar que el mensajero pudiera liberar a los que aún sobreviven en el cautiverio.  

Resignados a ver morir

Es inevitable, no revelarnos a la cultura del sometimiento que imponen desde el municipio las autoridades. Admitimos que, de quedarnos callados, habremos sido colaboradores silenciosos, del suicidio de una sociedad a la que se la induce a no reclamar sus derechos y se la resigna a convivir hasta con la fatalidad de ver enfermos y accidentados que no reciben la debida atención de la salud pública y se mueren.

“Ninguna sociedad del mundo puede quedarse quieta, callada y resignada a ver morir a quien se le puede salvar la vida”.  

A lo analizado deberemos sumarle que, por herencia cultural, las necesidades básicas de los habitantes siguen por el carril del olvido o la inoperancia de sus funcionarios, permaneciendo las familias sin agua en sus viviendas, expuestos a una inseguridad vial en las calles y es necesario referirnos a un caso puntual. El Hospital Regional del Norte Grande “Francisco David”, impresiona con el nombre, pero en realidad es lo mismo que una guitarra sin cuerdas, una monstruosa infraestructura donde falta lo mejor. No hay instrumental, faltan recursos humanos profesionales y de servicios, sus ambulancias están totalmente desprovistas de equipamiento para atender las emergencias, con pacientes que, en ocasiones, deben ser trasladados a casi 400 km por caminos en pésimas condiciones, la derivación del enfermo, es una ruleta rusa entre Campo Gallo y Tintina cuyo transitar de urgencia, es un disparo letal para el paciente y hay casos de enfermos que se murieron en el camino. No hay que equivocarse, no son los pocos médicos, los enfermeros, las mucamas, ni los choferes de las ambulancias. Lo que falla es el sistema sanitario de la Nación y de la provincia. Los argentinos y los copeños, en algunos lugres estamos expuestos a morir víctimas de un sistema sanitario e ineficiente.  

En este cóctel mortífero de la salud pública, hace dos días perdió la vida Arsenio Cuellar, al que desde el hospital de Monte Quemado lo derivaron de urgencia y no lo recibieron en el Hospital Banda porque no había cama. Tuvo que andar tramitando un ex intendente para que le cedieran una cama, y lo volvieran a trasladar con el diagnóstico de un ACV, en proceso, viajando en una abulencia sin tensiómetro, sin respirador, en una ida y vuelta por caminos destruidos que sabemos no lo soportaría ni el más fuerte y sano atleta, y esto no es culpa de los médicos, sino de un sistema sanitario que lejos de garantizar vida, mata.

Todo esto ocurre aquí en Monte Quemado, en un tiempo donde los avances tecnológicos debieran estar al servicio de la humanidad, siendo de acceso público y gratuito. Pero cuando se trata de garantizar la vida, el “Hospital Zonal” de Monte Quemado, es incapaz de asegurar la vida de los pacientes que sufren politraumatismos e insuficiencia respiratoria; lejos está de poder contar con equipos de diagnóstico por imagen y cirugía y especialistas que permitan una intervención de urgencia en las mejores condiciones y aún así, aunque las circunstancias nos lleven a una muerte segura, tampoco existe una morgue en condiciones y mucho menos un médico forense que evite el mortificante viaje a la Morgue Judicial (en la Capital de la Provincia), a las familias de los difuntos.

Accidentes

Pero si analizáramos cada “accidente”, desde la perspectiva de lo evitable, podríamos advertir que las normas de tránsito dejaron de ser un tema de concientización sobre el valor de la vida, con semáforos y controles que pasaron a ser un negocio de recaudación y no de seguridad, que indefectiblemente conduce a la muerte.

Todos saben empero nadie dice incluido los mismos concejales, porque la cultura impone que nadie tiene que contradecir o incomodar al patrón… perdón al intendente, y el que se anima a darle valor al derecho y denuncia, la misma sociedad lo excluye.

Vivir y sufrir

A lo largo del año observamos en la Municipalidad y denunciamos persecuciones políticas, abusos, privilegios del poder político a favor de sus aliados, en desmedro de los derechos de los otros y pudimos advertir que el error más grande de quienes viven en Monte Quemado, es sufrir en silencio las situaciones indignas de un sistema institucional que de no ser rectificado desde lo humano, hará que cada hecho de indignidad consentido, nos lleve indefectiblemente al fracaso como sociedad.

Desde éste ángulo en que se observa, proponemos intervenir inmediatamente en los sucesos para transformar la historia, pudiendo repensar lo expuesto y, dejando de esperar, comenzamos a exigir por una vida digna, haciendo de la cultura una fuerza capaz de liberarse de la opresión y el sometimiento, para escapar del miedo que nos impone la cultura del pasado que viviendo en el año 2020, nos gobiernan como en los obrajes del pasado.