La misma hizo un descargo en las redes (Facebook) que se viralizó con mucha rapidez.

“Soy pobre, sí, siempre lo fui, mi familia lo es, siempre viviendo con lo justo y necesario para sobrevivir porque eso no es vivir. Y así pasan los años. Estudio y trabajo. El trabajo siempre me quitó horas de estudio y el estudio me impidió buscarme un buen trabajo, siempre tuvo que ser uno que me ocupe medio día para poder cursar a la tarde y eso significa que siempre gané poco”, nos cuentan desde Blanca Ciudad Noticias.

Y continuó: “Por eso, por la situación del país y por otras tantas, aún no he logrado eso que llaman estabilidad, pero igualmente tengo un techo y tengo comida, mala, muy mala, pero me permite andar. Hoy me negaron un mate en la sala de profesores de una escuela, un mate que no preparé (porque sé cómo es la cuestión de la «colaboración» para cosas de uso común y como no puedo seguir colaborando, siempre me llevo hasta el papel higiénico) pero un colega que lo preparó, me convidó y me lo dejó cuando se retiró del lugar”.

“Me lo negaron, me cerraron el pico del termo y me lo sacaron porque yo no colaboro con la yerba (no es necesario aclarar que esa yerba iba derecho al tacho de basura porque ya estaba usada y todos debíamos entrar a clases. Perdón por tomar algo usado). No solo sé que soy pobre, sino que me lo refregaron en la cara, me sentenciaron a no tener derecho a un mate porque no pongo plata”.

“Yo con 32 años me sentí mal, no hace falta cuestionarme cómo se sentirán los niños que no pueden dedicarse a jugar, a ir a la escuela, cómo se sentirán aquellos que no tienen nada porque les quitan todos sus derechos. Cómo no voy a pensar en que no es cuestión de salvarse solo, cómo no voy a apoyar a los chilenos, cómo no voy a querer que se vaya este gobierno de m#@%% que se ha cansado de quitarnos todo, cómo no voy a escuchar a mis alumnos cuando me dicen que no pudieron y cómo no les voy a dar más tiempo, cómo no les voy a explicar de nuevo”.

“No es facilismo, es mi deber y es compañerismo. Yo, la del mate, como me han llamado, la que le cebaba a la fila entera Jaja, parece ironía. Mis alumnas me miraban creo que asustadas, estaban serias, hasta que una de ellas me preguntó qué me pasaba, que estaba rara, y el aula pareció un cementerio, nunca hubo tanto silencio. Les dije, como pude, como el nudo en la garganta me lo permitió, que antes que nada, antes que nuestras preferencias, gustos, situación económica, religión, antes de todo, somos humanos y que nunca debemos darle la espalda a ese otro que está al lado, por ética, por ser humanos”.

“Me respetaron con una madurez ejemplar, asintieron entendiendo y se pusieron a hacer la actividad. Nunca me costó tanto dar una clase. Por suerte, al otro lado de la puerta, hay otras colegas y una de ellas me abrazó y ese abrazo me sanó como nada, ese abrazo me dijo que hay que seguir peleando, ese abrazo me salvó la vida. Voy en el cole, de regreso. Lloro y algunos pasajeros me miran, capaz sienten pena o están intrigados, pero no saben que me voy sacando de encima eso que quiso hacerme mal, que le hago lugar a la preocupación de mis alumnas que mientras se reparten la invitación de sus 15, se preguntan por mi cara, que quiero que el abrazo de Gabi se quede conmigo, que necesito lugar para la fuerza, para la confianza, para la empatía”, finalizó la docente.