Culimpio, un viejo periodista, dedicado a enseñar las virtudes de las libertades de la democracia en una ciudad donde los gobiernos no fueron tan democráticos. A pesar de su edad, su pluma era capaz de frenar los abusos de un poder que no respeta leyes ni derechos de trabajadores, comerciantes y vecinos.

Cierto día apareció por allí una heredera política. Era conocida por su total falta de escrúpulos y por ser una especialista en la técnica del abuso institucional, cuando mediante chicanas, perseguía y quería a todos someter a los antojos del poder. No se salvaba nadie de sus arbitrarios memorándums y resoluciones, cuando en sus antecedentes carga con el precedente de que, cuando en una gestión del pasado, mediante una resolución, quiso hacer cerrar un culto evangélico.

Lo cierto es que Columpio, fiel a sus principios democráticos, achacado por sus luchas en esta última etapa de su vida a cada una de los abusos y persecuciones políticas, le puso letras y amortiguó con su pluma el sufrimiento de víctimas valientes, que se resisten a esconder el pensamiento y la idea que en democracia los alimenta.  

Esta política de familia, a sabiendas de las luchas del viejo Culimpio, a quien se había propuesto silenciarlo usando todo tipo de estrategias, le mandó cartas documentos, lo amenazó con la policía, con la justicia, le tiraron una víbora yarará en su casa y hasta usando la influencia de un ordenanza de la jefatura de Gabinete, que no es más que un “pilla monedas”, lo mandaron a amenazar que se quede callado. “Si supieran que Culimpio, por todo lo que representa para la democracia y sus luchas, de vez en cuando recibe alguna llamadita del político más poderoso de Santiago”.

La cosa es que esta política que hoy ejerce el poder, cuya principal cualidad es la de tirar la piedra y esconder la mano, quien por estos días a cambio de dinerillos y  privilegios, embarcó a dos arrimadas al poder y como el cuento de los cuadernos a Fariña, ella también les diseñó lo que ella mejor hace, poner en práctica estrategias malditas, cuando aleccionó a dos mujeres de su entorno, las que sin ser parte ni arte, por las redes sociales comenzaron a insultar al viejo periodista.

Le tiraron todo tipo de piedras en su dirección, le ofendieron con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados. Durante varias horas coparon las redes, provocando al viejo maestro de la pluma, el que permaneció educado e impasible.

Al final, las dos mujeres, exhaustas y humilladas de tanto provocar y no recibir respuesta alguna, se retiraron de las redes. Los vecinos del barrio corrieron hacia el periodista y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde, sin responder con su privilegiada pluma, asumiendo tanta maldad.

- “Si alguien te hace un regalo que no te pertenece y vos no lo aceptas... ¿a quién pertenece ese regalo?”, preguntó Culimpio con astucia.

- “A quien intentó entregarlo”, respondió un vecino.

- “Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia, cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los profieren y los cargan consigo”.

Y Culimpio, a modo de agradecimiento, finalizó diciendo a sus vecinos: “Yo hubiera querido estar presente cuando las dos mujeres que usó para enviarme, fueron a devolverle el regalo que nadie aceptó”.