Por Carlos Alberto Robles.- Esta frase pertenece a Pablo Neruda, quien con tanta claridad y simpleza había sintetizado la potencia y el acto aristotélico que tiene lugar cuando el sector dominante de un país tiene el poder de imponer un discurso hegemónico, denigrando a los que piensan distinto.

Si bien las ciencias de la comunicación afirman que son los medios quienes fijan la agenda periodística a fin de que la gente se informe sobre los temas de actualidad de manera objetiva; hoy en esta posmodernidad las cosas han cambiado y es justamente porque el capitalismo concentrado -que maneja los medios hegemónicos- cambió rotundamente ese rol de la prensa.

Digo esto porque hoy es frecuente que esos medios impongan un discurso de manera subjetiva y hasta pretendan señalar la forma políticamente correcta de pensar y con el agravante de que quienes objetan tal mirada, son castigados en la plaza pública.

Eso se potencia con la intervención directa en las redes sociales, que en vez de ser una comunicación alternativa horizontal es utilizada como arma de difamación. Dentro de esa teoría innovada que invaden las redes no importa la veracidad de los hechos sino la creencia y es la llamada pos verdad.

Sin lugar a dudas, dentro de este escenario modificado se mueve el presidente Mauricio Macri, tal es así que tal vez sea el único logro de su gestión que pueda mostrar el presidente, a meses de terminar con una gestión caótica.

Es justamente en esa esfera de comunicación política donde se elabora su relato, que mediante jugosas pautas publicitarias de por medio replican la mayoría de los medios nacionales, monopolizando criminalmente las noticias a los que se suman miles de trolls pagos en redes sociales.

Ese relato macrista tuvo esta semana su máximo exponente, ya que después de más de una docena de grandes slogan publicitarios como “el segundo semestre o lo peor ya pasó”, el mismo Presidente publicó en una cuenta de su red social un video en el cual el mensaje final es que “el problema de Argentina son los argentinos”.

Analizando esa frase y el sentido que encierra, me atrevo a decir que el Presidente de todos los argentinos cree que nuestro país estaría mucho mejor con otro tipo de ciudadanos y no con los que nacimos y vivimos en nuestra propia tierra.

Sin lugar a dudas, esa violenta manera de comunicar tiene un solo objetivo: que el ciudadano común, el que se levanta todos los días a trabajar de sol a sol, se autoflagele o castigue a su vecino desocupado por la suba del dólar o por una inflación que seguramente este año estará cercana al cincuenta por ciento.

Esta nueva derecha populista y demagógica que nos gobierna en la Argentina acaba de traspasar el límite del relato político para entrar de lleno en una comunicación de guerra donde no importa destruir al que está cerca con tal de lograr los objetivos.

Nos quiere hacer creer que el problema del país no son los grandes evasores, la timba financiera, los negociados de los carteles de la obra pública, la corrupción, la desidia judicial en todos los niveles y fueros.

Apunta directamente a culparnos a todos y cada uno de los argentinos: al que se quedó sin gas y no tenía para reponerlo o al que no sabe cómo pagar la factura de luz o del agua.

Según su punto de vista, el problema sos vos que tenés un plan social por falta de trabajo, que no tenés obra social, que no tenés para comprar remedios. Sí, el problema sos vos que trabajaste más de 40 años sin que tu patrón te haga los aportes y te jubilaste con una moratoria o como ama de casa. 

Desde la perspectiva de este Presidente -que lee discursos que no dicen nada y que están redactados por un ecuatoriano-, el problema de la Argentina somos nosotros, los argentinos, y no los beneficiarios de este modelo que cuentan millones de dólares en el extranjero y principalmente sus nefastas decisiones políticas y económicas que nos arrodilló ante el FMI.