Por Tony Villavicencio.- Para muchas personas, el trabajo significa la posibilidad de organizar la familia, es el alimento y  el bienestar, es reencuentro, es armonía y cuando se privan del trabajo en forma arbitraria y abusiva se contribuye a la destrucción de la célula más importante de la sociedad.

El trabajo posibilita al hombre y su familia el encuentro de un lugar en la sociedad, se siente útil, les proporciona un status social y lo consideran como el medio para entrar a formar parte de la dinámica de la vida, para participar con los suyos de la sociedad.

En este sentido, el desempleo supone el aislamiento social. El desempleado no sólo pierde los contactos con las personas con las que se relacionaba, con su ritmo de vida, sino que tiende a encerrarse en sí mismo y a dejar de relacionarse con los demás. Se siente inseguro y desvalorizado se siente culpable, devaluado de no poder satisfacer las necesidades de sus seres queridos.

En lo personal, para la mayoría de las personas estar el inactiva y no desarrollar ninguna función laboral les impide tener un rol social con el que identificarse, lo que le afecta negativamente en su personalidad. El trabajo aporta un sentido de identidad, de cumplimiento de la responsabilidad.

El desempleo conlleva una disminución de los ingresos y, por tanto, produce cambios en el estilo de vida. Se producen cambios radicales en la forma de vivir, pues se vive con la incertidumbre de no saber cuánto tiempo durará esa situación. En tales circunstancias, se tiende a ser precavidos y reducir drásticamente los gastos.

Tiene una gran repercusión en el ámbito familiar, intensificando las relaciones existentes con anterioridad. Puede producir gran tensión y desestabilizar las relaciones familiares perjudicándolas, el hombre o la mujer que se queda sin trabajo, le invade una desesperanza y en muchos casos ingresan a un estado de crisis, de consecuencias impredecibles. Es decir, el desempleo puede traer consecuencias psicológicas negativas como disminución de la autoestima, depresión, ansiedad, etc. Produce un empobrecimiento del concepto que se tiene de uno mismo.

No obstante, hay una serie de sentimientos comunes que sufren quienes han perdido su trabajo. Entre ellos destacamos los apartados por diversos profesionales de la psicología, que volcamos al pie de la presente nota.

Diagnóstico de profesionales

La forma de reaccionar ante el desempleo dependerá entre otros factores de la personalidad de cada uno. Hay quienes se sienten hundidos y sin fuerzas para iniciar la búsqueda de empleo, pierden la confianza en sí mismos y en sus capacidades.

Sentimiento de vergüenza. La persona desempleada suele sentirse avergonzada por esa situación, responder a la simple pegunta "¿en qué trabajas?", les produce malestar. Este sentimiento surge tanto por el hecho de estar desempleado como por tener que buscar un empleo. La intensidad en que se sufre dependerá de diversos factores como la edad o el tiempo que lleve desempleado.

Sensación de fracaso. Es frecuente encontrar personas desempleadas con sensación de fracaso, por no haber logrado permanecer en ese puesto de trabajo, con la sensación de haber fallado y es peor cuando la pérdida del trabajo es arbitraria.

El sentimiento de culpa también es frecuente ante estas situaciones. Muchas veces la propia persona llega a culparse por esa situación, pensando que no ha sido lo suficientemente válido en el desarrollo de sus funciones y no ha sabido mantener su puesto de trabajo, sin tener en cuenta los factores externos que han podido generar esa situación que no pasa por su eficiencia, su compromiso al trabajo sino por cuestiones externas, como es el caso de los 37 cesanteados por cuestiones políticas de la ciudad de Monte Quemado.

El desempleo no afecta por igual a todas las personas, su efecto no es comparable en una persona joven e independiente que ha perdido su empleo con un padre de familia, con una madre que tiene que hacer frente a los gastos familiares.

El padre de familia no solo deja de ingresar dinero en su casa, sino que además considera que su rol de cabeza de familia queda desvalorizado, se siente impotente y frustrado. Por lo que la pérdida del trabajo significa muchas veces la destrucción de la familia.