Por Tony Villavicencio.- Nada de lo que haga el Estado y las organizaciones ambientalistas por salvar los recursos naturales tendrá éxito, sino, antes resolver el grave problema social y económico de los habitantes del departamento Copo, donde se concentra la mayor masa boscosa de la provincia y la reconversión productiva de la mano de la progresista reja del arado aún no ha llegado.

“En defensa del ecosistema y por la continuidad de la vida, hay que evitar el exterminio de los recursos naturales que se explotan en el departamento Copo”, se escucha decir a los ambientalistas subsidiados por los países del primer mundo. Países de Europa, a los que les falta oxígeno, porque ayer en pos del progreso y el desarrollo que hoy muestran, destruyeron su propio hábitat.

En Santiago del Estero, en la última década, se puso de moda y todos escriben y hablan del medio ambiente; del desequilibrio ecológico y no son menos lo que piensan que referirse al tema eleva el estatus social, tal cual ocurre con las señoras de la alta sociedad de Londres. Mujeres del primer mundo que, sentadas en lustrosa madera de pino argentino, oliendo a perfume francés y envueltas en pieles de zorros, esbozan defensa al ecosistema y califican de salvajes depredadores a los pueblos originarios de América Latina, a la vez que realizan abultados aportes a favor de organizaciones ambientalistas internacionales, que vienen a colonizarnos más que a concientizar.

La realidad de los bosques y de la gente de Copo está lejos de ese primer mundo, que es el mundo de las contradicciones y lo superficial. Los tecnócratas santiagueños, desde el más elevado y acertado conocimiento científico, fortificados por el sello universitario, sugieren al gobierno de Gerardo Zamora medidas urgentes para salvar los bosques nativos del departamento Copo y en los proyectos de salvataje que proponen, una vez más, omiten a la gente habitante de la masa boscosa y de la estrecha relación existencial que estos tienen con el recurso.

Es cierto, después de 50 años de indiscriminada explotación, las regiones verdes agonizan. Sólo quedan los bosques de rehache y troncos. Algo hay que hacer para evitar su exterminio, pero sorprende cuando, presionados por los grupos ambientalistas, los técnicos y funcionarios omiten hablar de la gente de Copo y de su realidad cultural, social y económica, y entendemos que nada de lo que se haga para proteger al recurso natural servirá, si es que no se tiene en cuenta al lugareño, que también es parte del medio ambiente que se aspira proteger.

Los pueblos y ciudades, cuyos habitantes sin otra posibilidad de subsistencia explotan los montes, desnudan que en Santiago del Estero el problema ecológico esconde en su génesis un problema social, y es la subsistencia de la gente la que traslada desorden y descontrol hacia la explotación de los recursos naturales en pueblos y ciudades, donde 10 o menos empresarios se nutren del comercio clandestino y perverso de la madera, convirtiéndose en los dueños hasta de la conciencia de las familias, porque la inmensa mayoría de las familias no sobrevive de la explotación clandestina que los obliga a vender el producto, recibiendo pagas irrisorias por la madera entregada a los “empresarios”.

El gobierno sabe de la ilegalidad y del negocio de unos pocos y por una cuestión de humanidad, le impide aplicar con rigor los controles, porque son las familias las que sobreviven de la explotación de los montes pertenecientes al fisco, de donde se extrae la madera que es de todos los santiagueños, a la que las familias, sin tener de qué más sobrevivir, la entregan a los aserraderos y la gente, aunque se sienta estafada, debe aceptar las reglas del juego, porque a veces ha sucedido que cuando se negaron a vender barato, el mismo cliente lo denunció y al producto de su esfuerzo se lo terminaron secuestrando, porque los controles en estos casos mejor funcionan para abajo, que para arriba.

Es claro que el sistema condena a las familias que explotan los bosques fiscales, porque no tienen más de que sobrevivir. Y si los gobiernos no resuelven el problema social, seguirá así. En el departamento Copo, se exterminará el monte porque no existe otra alternativa de vida, aquí no llegó el nuevo Santiago y está lejos la reconversión productiva y la gente parafraseando aquel resabio “de algo hay que vivir”, subsiste de lo que todavía le ofrece la naturaleza.