Por Tony Villavicencio.- La Argentina de la crisis es una Argentina empobrecida, sin que haya aún certezas sobre cuándo se verá el final del túnel. Con una inflación superior al 35% y tarifas de los servicios básicos que han hecho saltar los resortes económicos de la sociedad, acelerando la pobreza de miles de familias, las que, por efecto de las medidas económicas del gobierno de Mauricio Macri, se encuentran al borde de la indigencia.

Sin poder pagar la luz y el gas, en muchos casos volvieron a los braceros, cocinando con carbón vegetal y alumbrándose con mecheros, en lo que representa una clara involución cultural, social y económica, de un país que aún conserva el título de “granero del mundo”, con capacidad de producir comida para 400 millones de personas, cuando sólo está habitado por 40 millones.

El desmedido incremento del 200 y hasta 300 por ciento en la luz y el gas, más el incremento del 35% en el último trimestre de los combustibles y la inflación de más del 35% es el resultado de las medidas económicas asumidas por el Gobierno nacional, el que contrario al discurso electoralista de pobreza cero, ha provocado que la pobreza se dispare, alcanzando a 12 millones de argentinos.

Es curioso, el propio gobierno lo reconoce y anuncia como si fuera un triunfo que para diciembre y los primeros tres meses del año 2019, la pobreza se hará sentir en el estómago de millones de argentinos y las cifras alcanzarán a los 19 millones.

La situación es crítica en todos los rincones del país y más aún los sectores que sobreviven en economías de supervivencia, como es el caso de los pueblos y ciudades de las provincias del norte grande: Chaco, Salta, Tucumán y Santiago del Estero, en el caso particular de esta última donde en los departamentos Copo, Alberdi y Pellegrini, la reconversión productiva no llegó y las municipalidades y comisiones municipales de la región soportan la pesada carga social, heredado de los obrajes donde a la pobreza estructural hay que sumarle el desgobierno de una economía, que sin piedad asfixia a los sectores más vulnerables.

Los informes y estudios de organismos públicos y ONG sobre la incidencia en la sociedad de la crisis se acumulan a modo de constante bofetada de realismo, y ponen negro sobre blanco un escenario que va mucho más allá de la impresión intuitiva que todo el mundo dice tener de que en los centros de las ciudades de las provincias del norte grande, cada vez es más la que rebusca en los contenedores de basura, lo que tendría que buscar en las góndolas de los supermercados.