Por Xavier Ferrera Peña.- Macri no vivió envasado al vacío dentro de una lata hermética e impermeable a la realidad del país hasta 2015. No. Es ingeniero, empresario exitoso, heredero de una de las fortunas más grandes del mundo, exjefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, exdiputado y una máquina de hacer negocios. No se confundan. No vino un día el pueblo con un abrelatas a sacarlo de la ínfima geografía de un envase inexistente para que descubra el mundo de la política y los pactos para hacer dinero.

Se confunden (e intoxica la maquinaria de Marcos Peña) quienes piensan que es un inocente, víctima, inútil o idiota. No.

En el hipotético (e imposible) caso de que su holding familiar se fuera al garete hoy mismo, a esta hora cualquier multinacional lo contrataría. Al precio que exija.

Y a partir de ese esquema, sus ministros son tan inteligentes como él. La mayoría CEO (Chief Executive Officer, o director ejecutivo para quienes aún no lo saben) de grandes empresas. Que, a la sazón, tienen intereses con el Estado.

Macri sabe desde siempre, desde que tiene uso de razón, el momento a momento económico y financiero del país en el que su padre radicó las empresas que heredará.

Desde aquel debate con Scioli, plagado de mentiras en un cantado fraude preelectoral, conocía muy bien el paño por el simple hecho de que forma parte de él.

Ayer lo escuché una vez más hablar de la pesada herencia, de las fotocopias de los cuadernos Gloria, de que estamos en emergencia (chocolate por la noticia, presidente)... 25 minutos de llanto oficial de un no presidente pero candidato en campaña. Le dejó a Dujovne el trabajo sucio de anunciar lo feo, lo asfixiante; como por ejemplo el traspaso de subsidios al transporte público de Nación a provincias que ningún municipio del interior puede cumplir. Te tiro el muerto en el jardín, hacete cargo.

Fue tan dirigido a la ruina de los que menos poder tienen que el bono a los que cobran la AUH (invento de Vidal una semana antes) sería de risa si no fuera una burla trágica.

Y otra vez CFK y la pesada herencia. Y los predicadores del mal. Y una vez más el síndrome de Hubris. Y el de Estocolmo.

El cree saberlo todo y en dos años y medio no hizo más que repartir culpas a CFK. Pero pasaron dos años y medio; dos y medio, y no hizo nada para revertir el efecto del eje del mal. Meterla en cana y obligarla a devolver lo que robó bastaba.

Pero claro, la extinción de dominio no es retroactiva. Y ningún senador dijo nada ni hizo un escándalo. Ni pan ni circo. Vaya ironía en tiempos en que el pan ya es privativo en miles de familias.

Y nos endeuda hasta la asfixia y sobre la deuda, más deuda. Y las soluciones no aparecen. Y resulta que ahora estamos en emergencia. Y que el FMI es la tabla del náufrago. Pero los peores cinco meses de su vida son comparables con un secuestro del que salió ileso. No con los que se mueren (literalmente) de hambre y no llegan a fin de mes.

Pesada herencia. ¿Y la De la Rúa?. Diciembre de 2001. Incendio. Corralito. Muertos. Helicóptero. Seis presidentes provisionales que duraron un noticiero. Eduardo Duhalde fue investido el 2 de enero de 2002 con 262 votos a favor, 21 en contra y 18 abstenciones, y con mandato hasta el 10 de diciembre de 2003. Nunca lo escuché hablar de la pesada herencia.

Y aún sin ser santo de mi devoción, es peronista, se la bancó. Había que sacar adelante un país. No había tiempo para hablar del pasado.

Por eso, porque la historia es cíclica, sé que algún día vendrá el peronismo a sacar las papas del fuego.

Mientras tanto, Macri saca el abrelatas y adoctrina a quienes vivieron en un tarro. Con discursos lacrimógenos grabados que se ven y escuchan en los televisores y radios del pobrerío. Prolija y constantemente. Y va zafando. Mientras los catequizados desparraman el relato.

Hasta cuando, lo dirá el pueblo. No soy quien para sacar conclusiones al respecto.

Pero imbécil e inútil no. Que la historia lo juzgue en su exacta dimensión. En su estricta perversión.