Por Tony Villavicencio.- El trabajo infantil pone en peligro la salud, seguridad y educación de los más chicos, al mismo tiempo que atenta contra su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.

Juan dejó la escuela y desde los 10 años trabaja, tiene apenas 13 y ya es capaz de enseñarle a su hermana menor el oficio de cosechar algodón sin pensar en los agroquímicos que lo intoxican o en las horas necesarias para juntar los 100 kilos que en un buen día le harán ganar unos pesos.

Historias como esta son las que ocultan los números globales sobre el trabajo infantil, o “peores formas”, de lo mismo como se llama a la explotación sexual, tan naturalizados que parece irreversible que al menos cuatro millones de chicos y chicas pobres, por estos días, se vean en la necesidad de aportar dinero a sus familias.

En ChacoSantiago del Estero, Tucumán y en Salta, entienden que a la dignidad se la gana teniendo hijos cosecheros en las plantaciones de algodón, de caña en los cañaverales o en los campos ocupados en los deschampes. De tan natural que es el asunto, el paisaje que recortan sus cuerpos no sorprende, aún cuando de tan pequeños, cientos de ellos puedan apiñarse bajo materiales de plástico, sufriendo bajo un árbol, durmiendo en cama de palos y yuyos, sobreviviendo, haciendo vida de esclavos, como fue el caso de aquel campo en donde encontraron a 15 jóvenes, entre ellos varios menores, que permanecían explotados14 jóvenes, entre ellos varios menores, que permanecían explotados y fueron rescatados del cautiverio por la Policía de la ciudad de Quimilí.

Cosecheros

Niños de entre 8, 10, y 12 años esperando al resto de su familia para compartir un almuerzo de 20 minutos. Todos sentados sobre las maletas de algodón, empleo que los más grandes arrastran con el cuerpo doblado por el calor, sin salirse del surco de las plantaciones, donde hombres, mujeres, niños y niñas trabajan de cosecheros. Juan tiene 13 años, vive sobre los límites de Santiago y Chaco, le está enseñando a su hermana Antonia, que cumplió 8, el trabajo de la cosecha. “Hago esto desde los 7 años, si está buena la plantación y el algodón, cosecho unos cien kilos por día. Me pagan por kilo. Salgo de casa a las 5 de la mañana para llegar de noche y fui a la escuela hasta 3º grado, relataba el niño a un operador de la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre). Diálogo que se funde en una realidad que sobrepasa los programas de gobierno: las estadísticas oficiales no lo muestran, pero en la Argentina de hoy trabajan más de 1.000.000 de niños y niñas, la mayoría en condiciones críticas.

Desde el 2015 al 2018

La cifra de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), del Ministerio de Trabajo, refleja el cuadro de una situación que creció en un 600 por ciento desde 2015 al 2018, cuando el número de niños y niñas trabajadores ascendía a 250.000, de acuerdo con un informe actualizado de la organización Save the Children, hoy supera el medio millón, cuando deberían encontrarse estudiando.

Son proyecciones que hasta hoy se miden fragmentadas por regiones como Gran Buenos Aires, Mendoza, Noroeste (Salta, Chaco y Santiago) y Nordeste (Formosa y Corrientes), adonde llegó la última Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna) para registrar que entre el 5 y el 9 por ciento de quienes tienen de 5 a 13 años y viven en zonas rurales han trabajado alguna vez.

Es decir, que sobre un universo de 4 millones de chicos y chicas de esas edades y que pertenecen a hogares pobres, 200.000 manifestaron haber trabajado en las fincas de la región. “'Que los niños aprendan trabajando'” no es una expresión casual, forma parte del lenguaje cotidiano por el cual se refleja la constante y sistemática imposición de conceptos culturales que responden a un modelo social, político y económico instalado”, sostienen los responsables del área de Trabajo Infantil Rural de Uatre y representantes de la temática Trabajo Infantil de la Confederación General del Trabajo (CGT) ante organismos nacionales e internacionales. El NEA y NOA argentino son los territorios más golpeados por la crisis económica, que humilla a la pobreza.

Debe ser protegido

"El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación o impedir su desarrollo físico, mental o moral”.

En Argentina hay miles de niños que trabajan en la agricultura, en pequeñas industrias, en talleres de artesanías, en hotelería, tiendas, vendedores ambulantes, lavadores de coches y las provincias donde se observa un alto promedio son Salta, Santiago del Estero y Chaco, donde los niños realizan trabajos domésticos, rurales y urbanos. La principal causa de este fenómeno es la crisis económica de los hogares pobres, vinculado en algunos casos a la cultura de sometimiento que aún marca presencia, consentido por la supervivencia de estructuras socioeconómicas arcaicas.

Niños esclavizados

La presencia de niños y púberes en el mundo laboral rural supera por mucho a lo que se ve en las ciudades y lleva a situaciones límites: niños esclavizados y niños que hacen de “banderas” para aviones que los fumigan. El trabajo infantil está lejos de ser erradicado en Argentina, donde casi 500.000 menores de 5 a 17 años cumplen tareas laborales a b, no sólo a causa de la pobreza sino también de "tradiciones culturales". "El desafío de Argentina es tener una política pública en todo el país para la erradicación del trabajo infantil, que aún está bastante lejos de ser una realidad", explicó Gustavo Ponce, especialista en Trabajo Infantil de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Argentina. El Gobierno argentino se comprometió a erradicar el trabajo infantil para 2015, en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, firmados en 2000 por 189 países, con la intención de alcanzar mejoras en las áreas de salud, educación y pobreza. Uno de los desafíos que se enfrenta la Argentina gira entorno a la "concepción cultural" del trabajo, principalmente en el sector rural, donde buena parte de la población cree que es mejor que los chicos trabajen para ayudar a la familia. En las áreas rurales del país, el 35,5 por ciento de los jóvenes de entre 14 y 17 años trabaja, un 15 por ciento más que en las zonas urbanas, según las cifras oficiales. En el área agrícola se registra la mayor cantidad de trabajo infantil.

El tarifazo

En el norte, en los últimos meses, por efecto de la devastadora crisis, producto de los tarifazos, los niños muy pequeños son llevados desde las zonas rurales a las urbanas, donde, con la excusa de que los hagan estudiar y los alimenten, los prestan a familias pudientes para cumplir servicios domésticos. Una manera dramática y extrema de enfrentar la crisis socioeconómica en la que se encuentran miles de hogares del Chaco, Salta y Santiago del Estero, obligando a los niños a trabajar a costas de dañar su salud, seguridad y educación, atentando contra su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.