Ocho de cada diez argentinos prefieren vivir en una democracia plena y no en un régimen autoritario. Así lo revela un sondeo de opinión pública realizado por el Observatorio Pulsar UBA, dependiente de la Facultad de Ciencias Económicas y de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires. En cuanto a la obligatoriedad del voto, según este mismo relevamiento, 62% de los consultados está de acuerdo con que se mantenga el carácter obligatorio de la concurrencia a las urnas, mientras que 37% dijo que eso se debe modificar para pasar a ser voluntario.
A la luz de la prolongada crisis social y económica que vive el país, los resultados que arroja esta encuesta del Observatorio Pulsar son, de alguna manera, alentadores. Es más, la adhesión a los valores democráticos que muestra la ciudadanía argentina es, al menos por el momento, más alta que en los demás países de la región. En efecto, en el último informe de Latinobarómetro, correspondiente al año 2023, el promedio latinoamericano a la pregunta sobre si se prefería vivir en democracia o en un régimen autoritario la respuesta de 48% fue para la primera opción. Por otra parte, se pidió a los encuestados que evaluaran en una escala del 1 al 10 (donde 1 es "nada importante" y 10 "absolutamente importante") cuánto valoran vivir en una democracia y los resultados arrojaron que el promedio de esta valoración fue de 9,3. Una puntuación alta, por cierto. Pero cuando se solicitó a la gente que califique a la actual democracia en Argentina y utilizando la misma escala, el promedio fue de 6,6. "Esta diferencia de casi 3 puntos evidencia una insatisfacción con el desempeño de la democracia actual en comparación con las expectativas, a pesar de una ligera mejora respecto de la encuesta 2023 (5,88). En la práctica, Argentina es un alumno regular", señala el informe.
Un dato que llamó la atención es que se observó que, a mayor edad de los consultados, el puntaje asignado a la democracia disminuye. Los más jóvenes (con edades que oscilan entre los 18 y los 23 años) promedian un 6,9, mientras que los adultos mayores (61-99) otorgan un 6. Según los autores de este trabajo, una explicación posible de esta relación entre juventud y valoración democrática puede estar dada por el voto: según la mayoría de los estudios de opinión pública, los jóvenes son quienes con mayor intensidad votaron a Javier Milei en las elecciones generales del año pasado. El hecho de que su referente político ejerza la Presidencia de la Nación en la actualidad favorece que este segmento etario sea el que destaque las propiedades democráticas del país. Cabe recordar que la democracia se basa en la participación activa de los ciudadanos en los procesos de toma de decisiones. Esta participación no solo legitima el sistema político, sino que también asegura que las diversas voces de la sociedad sean escuchadas. La inclusión de todos los sectores de la población, sin discriminación, es fundamental para construir una democracia robusta y representativa. Además, el diálogo entre gobernantes y ciudadanos es esencial para alcanzar objetivos comunes y fomentar un ambiente de cooperación y confianza. No menos importante es la transparencia, tanto en los procesos electorales como en la gestión pública, ya que estas son piezas claves que ayudan a fortalecer la democracia. Un sistema que promueve la rendición de cuentas genera confianza en las instituciones y en los líderes, lo que a su vez fomenta una mayor participación ciudadana. No hay que olvidar que el fortalecimiento del sistema democrático también requiere una educación cívica efectiva que forme ciudadanos informados y críticos. La promoción de una cultura democrática desde la educación formal y otros espacios de socialización es clave para desarrollar ciudadanos activos y comprometidos con su comunidad. Esto, por supuesto, requiere también fomentar la comprensión de los derechos y responsabilidades que conlleva la ciudadanía. Por último, se debe recordar que la cohesión social es fundamental para lograr una democracia estable. La confianza entre los ciudadanos y las instituciones, así como entre los propios ciudadanos, es esencial para el funcionamiento efectivo de la democracia. La falta de confianza puede llevar a la apatía política y a la deslegitimación del sistema. Y eso es, al fin y al cabo, lo que se debe evitar.
Fuente: Diario Norte