Por Tony Villavicencio | La presencia de alumnos del Colegio San Juan Newman en el Honorable Consejo Deliberante es importante, ya que reciben información sobre el funcionamiento de las instituciones de la democracia.

Preocupa que cuando las instituciones y funcionarios, por  justificar la inacción y simular una honorabilidad cuestionada, confunden y se olvidan que los receptores son niños que concurren a las instituciones de la democracia a formarse. Creemos que por lo ocurrido en la sección de ayer en el Consejo Deliberante, es necesario responder a la pregunta de los niños sobre cuáles son realmente los valores de la honorabilidad.   

La honorabilidad del Concejo Deliberante

Debemos exigir a todos nuestros concejales  los mismos valores, independientemente de la línea política de donde provengan.

El honor es una cualidad moral, un concepto ideológico instaurado en nuestras relaciones sociales, que justifica conductas y explica relaciones con los demás.

Muy vinculado al honor, está la honestidad, como valor de auténtica honorabilidad, y la dignidad, otro valor intrínseco a la condición humana, que dentro de la racionalidad resalta el status personal.

No es casual, pues, que dedique estas líneas a reflexionar sobre estos conceptos, que cada vez más a menudo escucho, en cualquier comunicación pública o privada de más de dos personas.

Siempre estos conceptos han estado ligados a una valoración, que la razón individual o social, hace de las personas y los hechos, hasta el punto de que un principio consuetudinario acuñado dice que “la honorabilidad se presupone”, con lo cual hay que deducir que sólo se destruye, como la buena fe, con la demostración de los hechos reprochables.

Y hago todas estas reflexiones por pura necesidad de objetividad, que es lo que quiero conseguir frente a tanta intoxicación de mensajes, noticias, discursos y demás, que quieren distraernos de lo cierto, de la verdad. No en vano estamos en la época de la post verdad.

Y por eso ya no sé si atender a los hechos contados por unos y otros, a los relatos que transcriben historias, a las opiniones alejadas de toda lógica, o sencillamente abstraerme de todo porque verdaderamente no me interesa. Para centrarme, eso sí, en el momento, en el presente, olvidándome de los diseños que unos y otros, interesadamente, difunden sobre nuestra persona.

Comparto que no es fácil, que es bueno estar informado y curiosear la realidad opinando de ella. Que el control social es la verdadera fuerza de la democracia, y que como ciudadanos que decidimos, debemos demandar, controlar y fiscalizar. Sí, debemos exigir que aquellos valores que como sociedad nos autoimponemos, se cumplan por todos.

Creo que aquí está la clave y la dificultad a su vez, debemos exigir a todos nuestros representantes los mismos valores, independientemente de la línea política de donde provengan, porque nuestros valores universales, entre los que está la honorabilidad, son exigibles a cualquier persona.

Evidentemente ningún hecho es ajeno a las pequeñas o grandes luchas humanas, lo ideal, no siempre fácil, es ser capaz de aplicar la razón en la reflexión, y concluir con la aseveración, o la duda, por nosotros mismos. Es preferible a seguir los dictados.

De cualquier manera, los valores humanos de la honorabilidad, la honestidad y la dignidad deberán formar parte de los incondicionales que transmitamos a las futuras generaciones y es necesario que la honorabilidad no solo tenga presencia en los Concejos Deliberantes, sino en todas las instituciones del Estado.