Gualterio Ralph estaba convencido de que la Tierra se había empequeñecido. Y que la prueba era que ya en 1872 era mucho más fácil recorrer la circunferencia del globo terráqueo que en los siglos previos.

Julio Verne inmortalizó esa teoría en La Vuelta al Mundo en 80 días. Sin saber, el francés -sí, francés- que ciento cincuenta y años después las cuentas del título de su obra se alterarían un poco gracias a un fenómeno made in Argentina.

Porque la fiesta de la Selección se ha extendido -quizás- hasta un saludable infinito. Serán cien días de vuelta olímpica mundial los que se cumplirán este martes en Santiago del Estero, contradiciendo a don Julio.

Cien días de una Scaloneta fest que no detiene su andar.

La Madre de Ciudades se transformó en la nueva escala de la madre de los festejos. Los que para el plantel argentino recién irán perdiendo efervescencia cuando el almanaque ofrezca partidos mucho más exigentes, oficiales, de los que suman puntos para ganar una Copa América o llegar a un Mundial. Pero no para la gente.

Y en Santiago hubo demostración: cinco kilómetros de pasillo humano contenido por un vallado celosamente custodiado, frenando el envión pero no la pasión. Las estructuras de acero fueron permeables al fervor. Al “vamos, vamos, Argentina”. Al dalecampeón. A ese “Muchachos” que no se le ocurrió a Vicente López y Planes pero que ya resuena como un himno paralelo.

Estrofas que permiten retrotraer a cada mente a ese loop de imágenes festivas. Dibu poniéndole el pie al tiro de Kolo Muani. Montiel pateando el penal más gritado de la historia. Messi alzando la Copa más deseada en 36 años.

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