El conjunto dirigido por Guillermo Barros Schelotto ganó el partido de ida en La Bombonera, empató 1 a 1 en Belo Horizonte para conseguir el pase a semifinales del mayor torneo continental. Los goles, ambos en el segundo tiempo, fueron convertidos por el atacante Luiz Ricardo Alves "Sassá" a los 58 minutos y por el extremo xeneize Cristian Pavón, a los 94.

Boca otra vez en la semi de Libertadores, como en el 2016. En el Mineiraro, en una caldera, con pierna fuerte, dientes apretados, mediante un empate logró la ansiada clasificación.

Aguante total en el final, como bien dijo Guillermo: “El equipo dejó la vida con esta camiseta”. Primer tiempo controlado, sin muchos sustos, aunque en el segundo se complicó después de esa jugada aérea que fue el 0-1 de Sassá, quien recién había entrado. Y ahí se movieron los cimientos, ya no había la seguridad de antes, ya se venía con todo el Cruzeiro, el estadio estaba en ebullición y se sintió peligro de debacle.

Y Cruzeiro empujó, sin claridad, pero empujó y generó alguna chance que paralizó corazones en todos lados. La gente alentaba en el Mineirao, se hacía oír desde afuera, aunque eran muchos menos que los locales.

Y adentro, los jugadores peleaban por cada pelota. Haciendo el aguante, por momentos, demasiado cerca de Rossi, sin poder sostener mucho la pelota, tratando de que pasara el tiempo. Cruzeiro merodeaba y merodeaba, probaba desde afuera. Salió Pérez, entró Gago; se fue Zárate, adentro Wanchope.

Se hizo expulsar el lungo Dedé y fue una gran noticia para Boca, que con uno más ganó en tranquilidad, tuvo algo más de espacios y pudo toquetear un poco más. Hoy Boca está entre los cuatro mejores, hizo valer esos dos goles de diferencia de La Bombonera. Jugó un buen primer tiempo, manejando el ritmo, sin entrar en la locura, con un Villa en alto nivel, sin sufrir casi. Pero en el segundo decayó mucho y encima Rossi no pegó una en cada centro, generando temor en cada pelotazo.

Cristian Pavón, autor del gol

El aguante esta vez llegó con el orden y la garra de Buffarini, de Olaza, de Izquierdoz, de los laburantes como Nández. Y el árbitro esta vez le jugó a favor, anulando un gol por una falta dudosa (en Brasil muchas veces no te perdonan y la tenés adentro), cobrando algunas que no fueron a Rossi, explulsando sin dudar a Dedé.

Este fue un Boca de hacha y tiza, de poco vuelo, de más aguante. Los corazones aguantaron y ahora, en la semana del 24 de octubre, se viene el Palmeiras.